Simplemente observan

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El aire se sentía frío y fresco. Lo que mejor lo acompañaban eran los sonidos de los grillos. Estaba bastante alejado del Nekoma, había avisado algunos minutos antes que daría un paseo por las instalaciones, antes de ir a entrenar. Quería calmarse un poco, se sentía inquieto. Esa inquietud que le dice que debe estar pendiente, que algo podría salir mal. 

Andaba cauteloso por el campo abierto detrás de la escuela. No sabía que tenían algo así. Incluso, más lejos vió algunos árboles. Amaba esa soledad. Tenía algo de miedo, la escuela se veía cada vez más y más lejos. Si algo pasaba no podría pedir ayuda. Sí, eso era algo aterrador. Pero todo empeoró cuando detrás empezó a escuchar ruido. 

Estaba completamente solo. Recordó a ese hombre mitad humano y mitad androide, le recorrió un escalofrío por la espalda. 

Estaba en Tokyo, eso no podía estar pasando. 

Se volteó lentamente, y prendió de golpe la linterna de su celular. Al principio no vio nada, tan sólo bajó un poco la mirada para encontrar a un pequeño conejito saltando. 

¿¡Cómo algo tan pequeño podía ocasionarle casi un infarto?!

Del susto, disparó algo de telaraña, enredándose en su teléfono. 

-¡Ahhhgg! ¡Ahora sí maldita telaraña! ¿Quieren que en el campamento mejoremos? ¡Bien! ¡Mejoremos!-

Gritó para sí mismo, harto de no poder controlar sus poderes, y eso de haberlos tenido ya bastante tiempo, era una tontería. 

Los dominaría aquí y ahora. 

Así empezó, la noche aún era joven, y se aprovechó de ello. Apuntó a un árbol no tan lejano y disparó. Falló por tanto que hasta le avergonzó que ese sea su primer intento. Siguió intentando una y otra vez, mientras que los minutos pasaban. Le dio a la hoja, a una rama, a uno de sus frutos, hasta que por fin le apuntó enteramente a su tronco. Jaló con algo de fuerza, despegando la corteza del árbol. ¿Eso contaría como un trofeo de logro? Porque se sentía orgulloso. 

Se acercó corriendo a la arboleda. No eran los más altos, pero le servían. Apuntó como lo había aprendido antes, y disparó, su telaraña se pegó a la punta del árbol. Ahora no sabía qué hacer. No había calculado cómo entrenar lo que quería. Con algo de esfuerzo, pero aún así lográndolo la despegó de la punta sin llevarse la mitad del árbol con él. Eso era un gran avance. 

Se le ocurrió otra manera de ejecutar lo que quería, y de paso, entrenar una cosa más. 

Pegó sus manos al tronco del árbol, e intentó trepar sin agarrarse de las ramas. Pensó que lo había logrado, hasta que sintió sus manos despegarse lentamente junto a sus pies. 

Terminó en el suelo con un tremendo dolor de espalda, eso le cobraría factura al día siguiente. 

En su cabeza no comprendía cómo los principios de adhesión funcionaban de acuerdo a su concentración. ¡Ahí lo tenía! Si concentraba sus impulsos en vez de la fuerza con la que sube, en las puntas de sus dedos pegajosas, funcionaría. 

Lo intentó una vez más. 

Su único pensamiento era concentrarse en sólo sentir las yemas de sus dedos y el árbol, y antes de darse cuenta, estaba en la copa del árbol. Quiso festejar, pero temía que se despegue y caiga. Esa era mucha altura. 

Podía ver los altos edificios de Tokyo desde allí. Sentía la brisa correr por sus cabellos y su rostro sudado. Era más cansado de lo que esperaba. Aún así, cerró los ojos, intentando calmar su respiración y sonrió. 

Quizás era poco, tan sólo había trepado a un árbol, y ni siquiera tan alto, pero igual se sentía como un gran logro. Se sentía como cuando logró por primera vez su saque flotante. Como la primera vez que anotó un punto en un partido con el Karasuno. Era esa sensación de victoria que muy pocas veces sentía. 

¿¡Un Héroe!?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora