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Capítulo Veintiséis: Adiós, Dios de la Guerra.
El sol estaba en lo alto, marcando un nuevo día en la Arena. Ares y Cattilea se encontraban fuera de su refugio, habían ido a espiar a Blink y Evannore para formar un plan y volver a tener el poder de la Cornucopia.
- ¿Y una distracción? – soltó Ares luego de caminar por el bosque en silencio -. Podemos estar en diferentes partes del bosque y buscar una manera para delatar nuestra posición.
Ambos caminaban de vuelta a su cueva con solo sus armas en manos. Sus mochilas seguían ocultas y listas por si debían huir rápidamente del refugio. No solían llevarlas a sus expediciones por miedo a perder algo y porque era llevar peso que les dificultaría para escapar o atacar.
- Podría funcionar – pensó ella en voz alta -. Al notar que somos nosotros, no desperdiciarían una oportunidad así para matarnos. Lo verían como una ventaja – Ares asintió. Sin embargo, agregó – Pero podría ser desventajoso para nosotros. Si nos atacan los dos solo a uno...o tal vez atraemos a otros.
- Tienes razón – murmuró en respuesta – Pero no perderíamos nada en intentarlo, han pasado ya... - Cattilea lo interrumpió al golpearlo en el brazo para que hiciera silencio. Ella rápidamente se puso en posición para arrojar un cuchillo y él no tuvo más opción que copiarla, solo que no entendía el por qué.
