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Capítulo Veintiuno: Monstruos de Nieve
Los dos tributos corrían con rapidez, esquivando y saltando arbustos, ramas caídas y árboles. No oyeron más gritos, pero sí pasos apresurados. Como si alguien corriera hacia ellos de a poco.
Debían de llevar veinte minutos corriendo, Cattilea se detuvo y obligó a su compañero a hacerlo tras no encontrar la fuente del grito que luego desencadenó que sonará el cañón, indicando que un tributo había muerto.
Las respiraciones de ambos eran agitadas, sus corazones latían con fuerza y parecían querer salirse de sus pechos. Ares miro a la chica con duda, aunque como tenía las gafas no se notaba. Por ello preguntó.
- ¿Por qué te detienes? – ella enfocó la mirada en su compañero de alianza, jadeante - ¿Por el cañón?
- No – soltó con rapidez. Ares frunció el ceño al verla agacharse al suelo – por esto – señaló con su mano el suelo. Como no lograba ver nada, el pelimarrón se acuclilló a su altura y se ajustó las gafas. Cattilea tomó lo que quería mostrarle con los dedos de su mano derecha y se lo acercó al rostro para verlo mejor – Es nieve – movió las yemas de sus dedos y la nieve comenzó a despedazarse. Estaba endurecida y fría, casi como si fuera un granizado. La mirada de la chica volvió al chico -. Estamos cerca de la montaña.
- ¿De aquí habrá...? – un gruñido profundo y grave lo detuvo. Intercambio una mirada con la chica de cabello negro, ella también lo había oído.
