Capítulo 9: Incubación

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Jimin estaba intentando dormir pero terminó mirando el oscuro cielo raso. Su cuerpo echado con agotamiento físico, pero simplemente no podía acostumbrarse a no tener a Jungkook en el nido con él. Extrañaba el sonido de su ronroneo, su latido debajo de su oreja. Extrañaba sentir su cola alrededor de su brazo o tobillo, como si ni siquiera mientras durmiese, pudiese soportar dejarlo ir. Extrañaba su calor y su aroma.

Esta era apenas su tercera noche sin él y él ya era un desperdicio miserable. ¿Cómo podría soportar estar sin él por un mes completo? Un pensamiento terrible pasó por su cabeza: ¿cuánto duraba un mes Bangtan? Sabía que uno de sus años era equivalente a cuatro terrestres, entonces ¿un mes Bangtan era cuatro veces más largo? Oh Dios...

Jimin le dio un puñetazo a una almohada y salió del nido. Se inclinó por detrás del sillón reclinable y asomó su cabeza por el pasaje del nido de incubación.

—¿Jungkook? —dijo suavemente. —¿Jungkook?

Gateó hacía adentro y oyó un suave gruñido —Soy yo Jungkook, Jimin —hizo su camino hacia adentro despacio. —Voy a entrar, ¿sí?

Lo encontró acostado sobre su costado, ambos durices presionados contra su estómago, su cola rodeándolos. Sus ojos encontrándose con los de él incluso mientras dejaba salir involuntariamente un rugido. Lo observó fijamente y sus ojos se abrieron y cerraron en pequeños parpadeos remolones.

Él lo rodeó y apretó por detrás, amoldándose a su espalda. —¿Puedo quedarme aquí contigo? —le preguntó.

—Jimin... —podía escuchar la angustia en su voz.

—Jungkook, sabes que jamás podría dañar a nuestros bebés.

—Lo sé —le dijo, aún mientras colocaba una mano sobre ellos protectoramente. Jimin notó que sus garras habían sido cubiertas con pequeñas puntas de goma, para prevenir algún pinchazo accidental a los durices, pero lo suficientemente suaves como para que sus garras pudiesen traspasarlas si necesitase usarlas. La banda dorada en su mano izquierda brillando en la baja luz.

—Vamos a dormir —sugirió, —y luego hablaremos de esto en la mañana.

Jungkook no respondió. Empujó los durices más cerca de su pecho y al acurrucarse Jimin contra su pecho, comenzó a ronronear. Jimin suspiró feliz, confortado por su calor, su esencia. No pasó mucho tiempo cuando el cayó rendido.

Su cara fue la primera cosa que Jimin vio cuando abrió sus ojos. Él se había volteado hacía el, los durices yacían sobre una almohada entre su cuerpo y el suyo. Sus manos los rodeaban mientras el miraba, dándoles una vuelta a cada uno.

Jimin se estiró lentamente para tocar uno de ellos.

Jungkook gruñó, e inmediatamente lució avergonzado. —Lo siento, Jimin. No puedo evitarlo.

—Está bien —dijo él. Sus dedos acariciaron el costado de uno de ellos y se sorprendió por lo suave y caliente que se sentía. —Jungkook, ¿puedo dormir aquí contigo, por favor? Nuestro nido se siente tan vacío.

Antes de que él pudiese responder, Jimin escuchó una voz llamando su nombre. —Es Taehyung —dijo. Presionó un beso en su mejilla y gateó hacía afuera. Taehyung lucía completamente en shock cuando Jimin saltó desde detrás del sillón reclinable.

—Jesús, Jimin. ¿Estás loco? ¿Qué carajos estabas haciendo allí? —Jadeó Taehyung, su rostro blanco como la leche.

—Durmiendo —contestó Jimin. —Taehyung siéntate, parece como si te fueses a desmayar.— Ayudó a Taehyung a sentarse en el sillón.

—Madre de Dios, Jimin... ¡Tienes suerte de que no te haya matado!

—Jungkook jamás me lastimaría,— protestó Jimin.

Mikrokosmo - KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora