Capítulo 26: Disperso

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Jungkook se sentó derecho en la cama, jadeando, cubierto en sudor frío. Miró a su alrededor en la habitación y la encontró silenciosa y tranquila. Segura. Jimin dormía allí. El murmuró algo; la única palabra que él entendió fue 'violeta'. Se dio vuelta, y trató de poner sus manos bajo la almohada donde descansaba su cabeza pero gritó cuando se chocó con su intravenosa. Jungkook acarició su cabello y el suspiró, acurrucándose en las almohadas.

Lentamente, se levantó para no molestarlo, y se deslizó por la habitación oscura y silenciosa. Abrió la puerta que daba a una habitación pequeña que Hyun Sun había usado como sala de estar, pero ahora era usada para los bebés. Estaban enredados juntos en su nido y Jungkook notó que ellos ya casi no cabían allí. Tendría que conseguirles otro pronto. Los observó por un momento, notando como sus pequeños pechos se elevaban y bajaban, los pequeños tirones de los sueños. Seguros. Somin gruñó en su sueño y lanzó sus garras al aire. Ella era una pequeña guerrera, solo ella, él pensó con orgullo.

Él no podía volver a dormir, no con la pesadilla todavía dando vueltas en su mente como la niebla en el bosque. Salió al pasillo y se sentó al lado de So Ra, la única de su familia que seguía despierta.

—¿Qué soñaste? —preguntó So Ra.

Tal vez debió de haber estado sorprendido, pero no lo estaba. So Ra veía más con esos ojos triangulares que tenía.

—Vi a Mingyu matar a Jimin. Rompía su cuello antes que pudiera alcanzarlos. —Lo que Jungkook no describió era la mirada de alegría feroz que tenía Mingyu mientras que torcía la cabeza de Jimin a un lado con un chasquido nauseabundo, una expresión que hacía que sus huesos se helaran al pensarlo.

—Tú no tienes el don de la profecía —señaló So Ra.

Jungkook refregó una mano por su rostro.

—Creo que estoy contento por eso. No estoy seguro que quiera saber lo que el futuro nos depara.

—El precio de nuestros pecados es ver a aquellos que amamos sufrir por ellos —dijo So Ra.— Debo decirte que he fallado en mis deberes al involucrarme sentimentalmente. Debía apartarme, pero no tuve la fuerza para hacerlo.

—Quiero que te quedes con el, So Ra. Confío en ti.

—Así será.

So Ra estaba en silencio, Jungkook admiraba su tranquilidad, su serenidad. En el colegio, ellos habían enseñado a todos los chicos a meditar, lo que se suponía que los ayudaba a volverse más calmados, más centrados, mejores líderes. Pero Jungkook ya no podía despejar su mente. Sus pensamientos eran un torbellino. Incluso sosteniendo su pequeña pareja ya no lo calmaba como antes, porque en cada momento él estaba consiente que su tiempo con el podría ser corto. Su mente enumeraba todas las maneras diferentes en que lo podía perder: perderlo en el parto, perderlo a través de Mingyu, perderlo por los Puristas, o por los rebeldes. Su imaginación productiva amablemente le suministraba con todas las maneras horribles a las que el podría ser sometido.

Y por sobre todo, no podía escapar de sus pensamientos de culpa. Era un tormento constante que su falta de autocontrol pudiese significar que él fuera el culpable de su muerte. El dulce Jimin, el no parecía culparlo o resentirlo por ponerlo en peligro, pero tenía esa naturaleza. El parecía que estaba bien pero él estuvo muy determinado en que no sería calmado por complacencia solo para que la alfombra bajo sus pies sea removida. La última vez que había ido al Templo, la estatua de la Diosa parecía que lo había fulminado con la mirada con ojos acusadores y temió Su odio, aunque pareciera bien merecido, incluso al mismo tiempo que dudaba de Su existencia.

Se levantó y fue a su oficina, sabiendo que era imposible dormir, por lo que tendría que ser productivo. Levantó el reporte de Taehyung. El había tomado el trabajo de monitorear las noticias, manteniéndolos informados de las noticias y el humor del público. Leyó la primera página –La noticia del nacimiento de dos niñas más de mujeres que aclamaban haber orado a Jimin– con un suspiro. Más combustible para el odio Purista. La segunda página le hizo encogerse. La gente suponía que Jimin estaba embarazado de nuevo después de ser visto comprando raíz de meithnil, y había mucho odio hacia él por poner a su Emperador/Dios en riesgo. Todos se preguntaban por qué el no había tomado hierbas para prevenir el embarazo y algunos habían especulado que él no lo hubiese permitido, queriendo otra niña sin importar el costo de su pareja. Jungkook tiró los papeles y posó su cabeza en sus brazos, sintiéndose enfermo de la vergüenza.

Mikrokosmo - KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora