Capítulo 20: Un Reino De Ceniza Y Nieve

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Jimin trató de mantenerse adelante, pero con las largas zancadas de Hoseok, simplemente no podía obligar a sus cansadas y temblorosas piernas ir tan rápido. El agotamiento y las botas demasiado grandes lo hicieron torpe. El tropezó y habría ido a parar sobre los escombros si Hoseok no se hubiera girado y atrapado con destreza. Él lo tomó en sus brazos y lo cargó.

Encontraron más sobrevivientes a medida que se acercaban al centro de la ciudad. La ciudad parecía el escenario de una película apocalíptica de zombies, salpicado de gente andrajosa con sangre, cubierta de polvo gris que resultó siendo su piel, sus expresiones en blanco con toques de tristeza. Todos estaban aturdidos, algunos vagando en círculos como si pensaran que encontrarían el lugar adecuado. Otros vieron a Jimin y corrieron hacia él, llenándolo de preguntas sobre el ataque, preguntas que Jimin no podía responder. Se arrastraron a lo largo después de Hoseok, y Jimin se sentía como el flautista del apocalipsis.

Llegaron a un pequeño grupo de personas, excavando urgentemente a través de los escombros.

—Hoseok, colócame abajo —dijo Jimin y corrió a ayudar.

Había un pequeño espacio hueco debajo de los escombros, lo que probablemente había sido una vez un sótano. El rostro aterrorizado de una mujer joven brillaba en la oscuridad.

—Por favor, ¡date prisa! —Gritó, cargando a su bebé, apretándolo contra su pecho, el agua de una quebrada principal estaba en constante aumento a su alrededor.— No puedo nadar —gritó.

No es que pudiera con un bebé en sus brazos, Jimin pensó sombríamente.

Fue un proceso lento. Los trozos de escombros en el sótano eran enormes. Ellos lucharon para limpiar un pequeño agujero del tamaño de un cuerpo. Uno de los hombres se puso boca abajo y llegó a ella. La mujer saltó, estirando los brazos lo más alto que pudo, pero ni siquiera se acercaba a coger su mano.

—Bájame —Jimin mandó, entregando al niño a una mujer y poniendo su manto a un lado.— Agárrate de mis tobillos.

—No, Jimin —dijo Hoseok.

—Hoseok, soy el único lo suficientemente pequeño para caber.

—Jimin, Jungkook me pegará si permito que te arriesgues.

—No es peligroso —argumentó Jimin.— Voy a estar bien.

Su cola se balanceaba en la indecisión.

Jimin le pisó el pie infantilmente. —Yo soy el Emperador, ¡y lo que digo se cumple! —Él se dejó caer y se movió a través del agujero antes de que pudieran seguir discutiendo. Hoseok tomó uno de sus tobillos y otro hombre tomó el otro, y bajaron lentamente a Jimin hacia la mujer aterrorizada.

Ya casi... Ya casi... Jimin estiró sus brazos.

—Dame al bebé —dijo. La mujer se lo entregó, a pesar de sus gritos de protesta. Era como aferrarse a un gatito enojado. El bebé se retorcía asustado, arañó y mordió al extraño que lo alejaba de su madre.

— ¡Súbanme! —Jimin gritó.

— ¡No! —La mujer hizo una cara desesperada y cogió el brazo de Jimin...— ¡No me dejes aquí!

—Regresaré, te lo prometo —le dijo Jimin.— Voy a estar de vuelta. Vamos a irnos, ¿de acuerdo?

La mujer todavía se aferraba a él, temiendo.

—Escúchame, ¿cuál es tu nombre?

—J-Jisoo —sollozó.

—Jisoo, soy un Emperador —dijo Jimin.— Los Emperadores no pueden romper sus promesas.

Mikrokosmo - KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora