Capítulo 4

470 69 106
                                    


┏━━━━━━━━━━━━━━━┓

Segunda parte:

El día que Peter Pan envejeció

┗━━━━━━━━━━━━━━━┛

┗━━━━━━━━━━━━━━━┛

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ellos

Llegué a Jupe a zancadas apresuradas, su cuerpo era sometido sobre el ardiente y disparejo piso de cemento, sus ojos me encontraron con la facilidad que el sol toca las nubes.

—Suéltenlo—quise ordenar con la misma elocuencia que mi hermano mayor, llegando hasta aquel par despiadado que sostenían sus manos contra su espalda—, ¡Que lo sueltes! ¡Mierda, suéltalo!—les grite, era un chico de cabello negro con piel morena alto y otro con cabello rubio y nariz de flecha, ninguno cedía ante mis ordenes o mis golpes. 

Yo no era Tom, de hecho yo no era nadie para darles ordenes, mi lucha sin sentido no cesó, ignorando como mi hombro daba tirones suplicantes, intente abrirles los dedos de las manos para liberar sus brazos, resoplaba con cada intento, mi cuerpo temblaba y ellos apenas se movían.

—Se va a lastimar. —Declaró alguno de los otros hombres bajando de la camioneta trasera.

—Suéltalo imbécil. —Escupí desesperado, los ojos de Jupe me buscaban y yo les huía.

—Sam, ¿estas herido?— preguntó Jupe con las mejilla llena de tierra y pequeñas piedras incrustadas en el pómulo derecho.

—Si no lo sueltas...—proferí un gañido, acerque mi rostro a las manos de uno de aquellos hombres con la intención de morderle la muñeca.

—¡Ey! ¡Suficiente!— El rey del infierno reclamó su autoría, de pie en la entrada de aquella casa con el traje arreglado y rostro inexpresivo, todos aquellos que aun conservábamos la capacidad de alzar la cabeza la dirigimos hacía su dirección—. Suéltenlo ya.

Ordenó a sus hombres y estos actuaron al instante, apartando sus manos de Jupe, poniéndose en pie a su vez para adoptar una postura firme, con las manos entrelazadas frente suyo y la cabeza baja.

—Una disculpa, señor. —Habló el de la nariz fina, yo seguía de rodillas en el suelo cuando Jupe me abrazó, su peso contra mi hombro me sacó más de un gruñido silencioso, era terrible para aguantar el dolor, pero por él quería hacerlo.

Mis brazos prontamente le rodearon por la espalda, apretándolo contra mí como si no hubiera testigos ni nos hubieran molido a palos.

—Me alegro tanto de verte bien. —Su aliento cálido chocó contra mi mejilla, cerré los ojos y respiré el aroma que llevaba incorporado, había pensado tanto que en él, tenerlo cerca me llenaba de paz.

—Salgan de las calles ahora mismo. —Ordenó el castaño inapelable, con la voz más dura de todas sus voces.  Me puse en pie y tire de Jupe hacía arriba para que pudiera incorporarse, éste llevaba aceptó mi ayuda y una vez le fue posible retrocedió hasta perderse por uno de los arboles que limitaban el terreno entre vecinos, tomó del suelo lo que reconocí después como mi propia mochila, aquella que había perdido tras lo ocurrido con Oliver. Se la llevó al hombro y sin apartar la vista de Tom camino hasta a mí.

Redifícame: El Arte Supremo De La Guerra   [Tom Holland y tú] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora