Capítulo 17

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Sobrehumano: La furia del demonio de Londres

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Kingston Upon Thames, Reino Unido

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Kingston Upon Thames, Reino Unido.

3:00am

Él

Faltaba hora y media de camino y el picor causado por las heridas en mi espalda hacían parecer las horas de lluvia inacabables, quería rascarme la espalda y tumbarme sin la camisa boca abajo, siendo estos deseos opacados por la responsabilidad de manejar de regreso a la mansión, West había abultado su vestido y el de Matilde en el pequeño espacio entre los dos asientos.

—Sí quieres puedes dormir un poco, pararé a comprar café apenas me sea posible—le había dicho cuando esta seguía despidiéndose de Stefany, Jake y Eunice con la mano en pie al lado de la puerta del copiloto. 

—No hace falta, me quedaré despierta, seré una buena copiloto—aseguro con Matilde balanceándose cansada de su mano, metiendo primero a la niña que se sentó en el medio de la abultada tela blanca entre los asientos y el freno de mano. 

West se quedó dormida poco después de salir Portsmouth, llevaba puesta la ropa más abrigadora que le había podido conseguir en un lugar en el es verano la mayor parte del tiempo: unos tennis converse rojos, como los que tenía Harry, un pantalón de terciopelo suave en color negro, una camisa de manga larga blanca a rayas y una sudadera tan extensa y azul que ocultaba su estomago y ese bulto nimio. 

Matilde se quedó dormida poco después que West, le daba miradas divertidas a la chica que dormía con la cabeza pegada a la ventana y después buscaba mi aprobación divertida.

—Se durmió, ya la perdimos—decía con una sonrisa amplia.

Personalmente no tenía problema alguno con manejar, empero me encontraba cansado, había conseguido ropa para ambas pero nada para mí y la incomodidad, el sabor amargo del café anudado a ese vaso de plástico no hacían más que ponerme de mal humor. 

4: 08am

Ella

Cuando despierto no soy capaz de reconocer aquel cielo azul oscuro y atestado de nubes, las calles vacías, los edificios altos, la nieve, los semáforos ni las luces. El aroma similar a la calma y el afecto me atrapan y no es hasta que el saco del castaño se desliza de entre mis hombros hasta caer a mis piernas que me doy cuenta que él me ha cobijado con el.

—Buenas madrugadas a la mejor copiloto del mundo—escuchó la voz de Tom y me rebusco en el sueño, cayendo en cuenta de la realidad, el frío que me hiela la nariz y Matilde desplomada a mi lado. 

Redifícame: El Arte Supremo De La Guerra   [Tom Holland y tú] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora