Capítulo 21

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Cazados: La madre que fue. 

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Ella

Sí Thomas estaba ahí era por que Danielle lo había traído y si aquello era posible seguramente ella debía encontrarse totalmente fuera de quicio, desesperada, arrinconada y rendida. Thomas no soltó a Matilde hasta que realizó que me encontraba de pie en el medio de la habitación falta de habilidades comunicativas. 

—¡____!—me llamó el niño con un gozo sincero, tenía las mejillas arreboladas y el cabello despeinado, corrió hacía mí sin soltar su mano de la de Matilde, me puse de rodillas sintiendo la piel adormecida para cuando este se lanzó a mis brazos en un abrazo, mi hombro y la herida a mi espalda dieron un tirón. Podía sentir como su corazón latía con fuerza en las paredes de su pecho, por poco podía sentir como su latir rebotaba con el mío—. ¿Qué te paso?—preguntó separándose de mí apenas para poder examinar su rostro, le habían sacado el yeso y de la herida de su frente solo quedaba una diminuta cicatriz.

—Bueno...ya sabes "vivir es una aventura terrible"—cité aquella frase en el mundo de "Alicia en el país de las Maravillas"  y el niño me extendió una sonrisa, el diente que se le había caído había crecido nuevamente, me miro y acarició la herida que llevaba en la mejilla izquierda con su dedo pulgar, entre sus manos sostuvo mi cabeza, me acercó a él hasta que ni una sola espiga se hubiera podido colar entre nosotros, dejó un beso sobre mi mejilla y me abrazó con fuerza.

—Thomas ¿Dónde esta tu mamá?—le pregunté sin apartarme de él, su ropa y su cabello olían diferente como a frambuesas con crema dulce y olivos.

—Esta dormida, yo vine por que ya no me pude dormir y las escuché desde el pasillo—confesó, en sus ojos azul oscuro una llama flamígera cautivada por el jubilo se pasaron de mi rostro al de Matilde—¿Dónde esta el señor Tom?—quiso saber. 

—Esta afuera, pronto volverá a casa—le aseguré sin tener en claro sí aquello sería posible—, tengo a alguien que mostrarte.

La alegría de tener a Thomas ahí se veía mormada en ocasiones, Thomas y Matilde me acompañaron al estudio donde le mostré a Thomas tercero y este lo abrazó contento de que aún lo conservaba, ahora tanto Thomas como Matilde corrían por la sala lanzándose el conejo felpa. Sí Danielle sabía que ahí corría peligro, que Tom no contaba con un trabajo normal, honesto ni seguro ¿por qué volver?

La respuesta me llegaría después del desayuno, donde Martha que claramente ya sabía de la presencia de Thomas y Danielle nos daría fruta dulce, huevos al gusto y remolachas, el desayuno paso entre un ir y venir de risas, apretones de mano e intercambios de comida. Thomas nos contó que había conseguido varios amigos y que su materia favorita era la clase de biología con una maestra de nombre Flor, también mencionó que en la esquina de los edificios donde vivía vendían dulces que teníamos que probar, nos dijo que extrañaba a sus abuelos, pero que nos había extrañado incluso más a nosotras y a Tom, aun que este ultimo siempre estuviera enojado.  Danielle cruzó el umbral de la puerta de la cocina cuando Matilde y Thomas se peleaban a muerte por un vaso de leche con chocolate.

Redifícame: El Arte Supremo De La Guerra   [Tom Holland y tú] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora