Capítulo 22

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Las llamas que atrajeron a la fiebre

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Él

Danielle tenía astillas de su pasado que la atormentaban en el presente, la enfermedad de un padre, la muerte de una madre, el miedo y el desasosiego de un hijo y la furia de un ex-esposo, aquellos males siempre encendían los rescoldos de su angustia, la mujer no era capaz de narrar sus problemas sin romperse a la mitad.

—No tuve más remedio que volver aquí, no pude pensar en nadie más que ustedes dos. —Explicó la mujer con pesar, me había llevado ahí con pesar, adueñándose de mi espacio para contarme los motivos que la habían llevado a entrevistarse ante mí. West se había quedado mucho detrás de ella, cerca del sillón, intenté enfocar toda mi compresión en la mujer rubia que apretaba los puños y se limpiaba la cara con brusquedad, empero no podía dejar de verla de vez en cuando, West seguía estando tan delgada, llevaba el cabello extrañamente a plisado contra las mejillas y desde mi sitio esta parecía más una niña castigada que una mujer.

—Danielle, haz hecho lo correcto al venir aquí, tu hijo y tu siempre serán bienvenidos en esta casa—convine y pude percibir como Danielle relajo los hombros, como si hubiera esperado con ansias escuchar esa respuesta—, pero, si tu esposo tiene ayuda por parte del gobierno no te puedo dar dos millones de dólares y mandarte de regreso, habrán investigaciones y tengo negocios en México que no puedo dejar caer por un escandalo así.

—Lo sé, también sé que las aguas no están tranquilas aquí, he escuchado que estás en una clase de conflicto bélico—. Danielle no había venido de la misma manera en la que se fue, podía ver que las cosas habían cambiado para ella tanto como para nosotros, se encontraba tenaz, vehemente y previsora. —No quiero que me des dinero solamente por que West esta parada detrás de mí como si tuviera de frente a un fantasma, sé que la amas y que harías lo que sea para borrarle esa expresión del rostro—. Danielle no se giro para ver a ____, le fue suficiente con señalarla con uno de sus pulgares cuando mis ojos ya la estaban buscando, esta repaso la mirada de la mujer y después me miro a mi sentado en el escritorio frente a la rubia. 

Me sostuvo la mirada herida por instantes, llevaba la pena y el sentimiento de insuficiencia grabados en las mejillas, sabía que se estaba juzgando a si misma, que seguramente pensaba que era inútil y su ayuda siempre sería desvalida, más con el asunto de Danielle, de tener el dinero y los recursos seguramente ___ ya hubiera empeñado todo aquello en ayudarla. Era un ángel y sus acciones vivirían por siempre. Ella sería capaz de dar su vida por cualquiera.

—Quiero pedirte que me emplees en tu casa—mustió una petición Danielle, mi mirada seguía puesta en la chica con aspecto infantil al fondo cuando la mujer hizo uso de ambas manos, dejándolas caer sobre mis rodillas para inclinarse, captando mi atención con gesto casi suplicante, ahora su cuerpo estaba en el borde de la silla y su cabello caía dorado sobre sus hombros en caireles desordenados—. Trabajaré de mucama, ama de llaves, cocinera, jardinera, lo que tu quieras. 

Redifícame: El Arte Supremo De La Guerra   [Tom Holland y tú] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora