Capítulo 11

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Eclipse: Unión en tiempos de guerra.

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Ella

3:26 AM

Me despierto del sueño, lo encuentro a él, sé que es real, me quedó despierta por el puro placer de admirarlo.

3:34 AM

Él estaba ahí, su cuerpo estaba cubierto por una fina capa de sudor, su piel al tacto era confundible con las rocas que proceden al mar, su alma abrazaba a la mía y lo dejaba dormir en paz, con un brazo en mi cintura y una frente pegada a mi nuca. 

¿Quién le había hecho tanto daño? ¿Quién no lo dejo dormir?

 El alma no debe tener huecos, 

por que entre ellos se esconden los miedos, 

se hace un eco, 

todo aquello que no te mata lo intenta día con día.

3:38AM

Las almas tienen huecos para que los rotos de vida entren en ti, 

acunados, 

juntos soportan mejor el peso de dos almas de lo que lo harían un par de piernas.

3:48 AM

Acaricio el dorso de sus manos, después estiro el brazo izquierdo, los tendones me reclaman cuando consigo acariciarle la pierna por encima del pantalón, dejando caricias sobre la misma con el pulgar y parte de las yemas, éste se remueve, pasando su brazo para abrazarme, me aprieta sobre sí, me ahueco en su cuerpo, resonamos juntos y olvido la herida.

Me arrullo ante todas las posibilidades robadas que tenemos de ser felices.

4:00 AM

No me alcanza para comprar un sueño, atientas y con la piel de los parpados fina descubro un espacio vacío en el colchón.

—¿Gruñón?—la luna me atraviesa los ojos apenas los abro, me despierto por completo ante el frío y la falta de calor—Tom—lo llamó, él esta de pie en el balcón, lleva las heridas de la infancia frescas, tan frescas como la primera vez que las tanteé a la luz de la luna, entre las manos lleva los sueños que no soltó ni siquiera de adulto.

Tenía los brazos apoyados en el metal oxidado y gélido, los contrastes de luz del gran foco bailaban sobre su piel, sus dedos viajaban por las teclas vibrantes del kalimba azul, había practicado durante días con aquel pequeño instructivo varias canciones con el fin de impresionarlo  y formar parte del cuadro de talentos natos, no conseguí gran cosa y supe con facilidad que no podría impresionarlo cuando él ya estaba tocando una de las canciones más hermosas y tristes que jamás había escuchado. 

Redifícame: El Arte Supremo De La Guerra   [Tom Holland y tú] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora