5

1K 155 11
                                    

Castillo de Hogwarts, anochecer del 28 de Julio de 1995
Sala de ir y venir.



Las maravillas de la magia aún parecían sorprender a Harry, la forma en la que los hechizos se enlazaban o la forma en la que un caldero soltaba sus vapores que hechizaban la mente... sí, el discurso de primer año del que sería su futuro esposo aún estaba presente en su mente, y sin embargo, la magia aún le parecía una cosa extraordinaria, algo salido de un sueño, algo que ahora lo liberaría de los designios de un malvado Señor obnubilado por el poder... Y de Voldemort.



Harry miraba maravillado la botella de líquido transparente que se hallaba en la mesa frente suyo. Se veía tan delicada e inofensiva. Era increíble cómo aquella botellita sería capaz de dar un giro tan extraordinario a la guerra y al mundo entero, mañana probablemente debería ir a Gringotts, dejar sus especificaciones y su testamento antes de disfrutar del último día que le quedaba antes de morir.

Lo que restaba de la noche se dedicó a leer un pequeño libro de cuentos infantiles de magos, lo había comenzado el día anterior, cuando la poción comenzó con su reposo antes de su utilización. Hablaba sobre tres hermanos capaces de engañar a la muerte y sin embargo uno por uno fueron sucumbiendo al poder del ente encapuchado.  Lo hizo pensar bastante en el sentido de la vida, de su propia mortalidad y el deseo de buscar su propio fin.


La carta para Voldemort estaba apartada junto con otras dos cartas más que estaban destinadas a los medios de comunicación, estaba dispuesto a causar el mayor caos posible. Le divertía pensar en cómo reaccionaría el Señor Oscuro a su carta de suicidio; para un hombre que volvió de la muerte sólo para asesinarlo y dominar el mundo (una trama muy cliché si le preguntaran) era muy malo intentando matarlo, aprovechó para burlarse lo máximo que podía del hombre sin embargo, casi al final lo perdonaba, las mayores desgracias de su vida no habían sido culpa suya, al menos no directamente, sí, que le había matado a los padres, pero ni siquiera recordaba sus rostros hasta las fotos que le entregó Hagrid y aunque lo intentase, sus padres apenas eran un dolor sordo en su corazón, no, su mayor desgracia en la vida había sido ser enviado a vivir con los Dursley... volver a enviarlo cada verano junto a ellos había sido obra únicamente de Dumbledore, y ésta era su venganza.


Estaba decido a que todos sufrieran lo que él estaba sufriendo y, puede que sea un comportamiento infantil, pero los magos que se suponía debían protegerlo no lo hacían, tenía la edad perfecta para una rebelión adolescente y la tomaría, muchas gracias.






Gracias a mapa merodeador notaba que sus amigos traidores lo buscaban en todos los rincones del castillo, y lo estaban irritando mucho, sobre todo por las marginales cantidades de cartas que había recibido tanto de Remus, como Sirius y de Ron y Hermione.

También había estado controlando a los demás inquilinos del castillo, Snape no había vuelto a salir de sus mazmorras, de vez en cuando daba vueltas en sus aposentos y Harry casi podría sentir pena por él, en aquella reunión era obvio que deseaba ésto tanto como él mismo, sin embargo, el tampoco lo había defendido ante Dumbledore, era un cobarde, Harry ya no perdonaría las cobardías hacía él, no perdonaría a Sirius ni a Remus... estaba seguro que ésto no era lo que sus padres querían, ellos jamás permitirían ésto.



Pidió a Dobby un poco de comida mientras volvía a releer la última de las cartas de Sirius "Lo hacemos por tu bien, sigo muy herido por lo que me dijiste, no puedo creer que hayas dicho tal cosa, tus padres estarían muy decepcionados de ti"






Era pura basura, la carta de Remus era incluso peor, hablaba acerca de cómo Dumbledore era el líder de la luz y que todo lo que salía de su sucia boca tenía que hacerse por que era lo mejor, él incluso estaba más cegado que Sirius, a su lado, Remus era un cachorro perdido que seguía yendo junto a su amo que lo golpeaba y lo mataba de hambre.




Era patético. 





Ni siquiera se molestó en mirar la carta de sus antiguos amigos, sólo las echó a la chimenea mientras continuaba leyendo las demás, aunque rápidamente se aburrió de ello, tal vez era hora de enfocar su atención en otra cosa.

-Bien, creo que es hora de hacer mi testamento- murmuró con una suave sonrisa.


Desde el rincón, Dobby lo miraba con sus tristes ojos verdosos, pero no podía hacer mucho, Harry lo ignoraba y estaba decidido a recibir a la muerte como una vieja amiga, tal como lo había hecho el hombre del cuento, estaba resignado y había aceptado hace mucho el hecho de que iba a morir en la guerra, sólo lo estaba adelantando, jamás dejaría que volvieran a controlar su vida, jamás dejaría que lo manipulen de nuevo, era su propia persona y no dejaría que las expectativas de otras personas, que el destino que ellos trazaron para él sin su permiso, dictara su vida.

Ya no sería el maldito niño que vivió.


Ya no era su salvador.


Sólo era Harry.


Amargado, triste y furioso Harry.

Esperanza PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora