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Un tiempo atrás 
30 de julio de 1995
Residencia Riddle, Little Hanglenton, 22:54 p.m

Lord Voldemort no se destacaba por ser alguien que aprecie el sentido del humor, no era capaz de sentir mucho y desde que comenzó a incursionar en las artes oscuras lo poco que sentía empezó a menguar, fue por eso que no le había agradado ni un poquito la carta que había recibido; fue entregada por una lechuza común de color pardo y ojos amarillos, el animal había logrado dar con él sólo por el hecho de que el sobre estaba dirigido a él con su nombre de nacimiento. 

Quien sea que haya enviado aquella carta moriría, fue su primer pensamiento antes de realizar hechizos de diagnóstico en el por algún tipo de maldición o veneno, no había nada, con la excepción de un encantamiento para que sólo él pudiera abrirlo.

El contenido fue sorprendente, y no debido a que fue su némesis quien lo había escrito, sino por el dolor, la traición y la ira de las palabras escritas en el pergamino. No negaría que lo divertía un Harry Potter; Héroe de la luz y futuro sucesor del viejo despotricando contra el mismo Albus Dumbledore, había una ironía ciertamente atractiva en ella, el héroe arrojado a la oscuridad por su propio mentor, era una noticia de primera plana, y a pesar de sus primeros pensamientos, un pequeñísimo atisbo de diversión lo envolvió.

Harry estaba amargado con el mundo que no hizo más que despreciarlo y usarlo cuando les convenía y desecharlo cuando no, lo mejor fue que ni siquiera había tenido participación en ello, las portadas en El Profeta, las conferencias de Fudge, eran todo ellos y nada de su grandioso poder. Él no había movido ni un solo dedo para poner al mundo en su contra, sólo se sentó en su trono y observó, y ahora, éste adolescente; profetizado como su posible vencedor tiraba la toalla y buscaba la salida más fácil, no entendía cómo Dumbledore lo había empujado a tanto, pero el jamás podría verse capaz de algo así ¿Morir? Nunca.


Él, que había incursionado en las magias más oscuras del alma para poder asegurar su inmortalidad, él, que había visto la muerte arrancar el alma de los muggles desdichados durante su infancia, él, que vio lo que la guerra y la paz le hacía a los hombres, que vio la amenaza por lo que era, él... había asegurado su alma de manera que nimiedades como el tiempo o la muerte le negaran cumplir su destino.

Entonces, desde luego era molesto no entender cómo el chico tomó tan fácilmente la decisión de morir.

Si moría, era tanto un alivio como una verdadera lástima, un alivio para su futuro dominio sobre el mundo mágico, pero era una lástima ver tal talento desperdiciado. Lord Voldemort deseaba poder enfrentarse a él en un duelo, reducirlo a nada más que dolor, lágrimas y deseos de morir para por fin ser él mismo quien lo lleve a su cruel final, pero ahora ya no podría, según aquél pedazo de pergamino de mala calidad; Harry se suicidaría y se llevaría con él a tantos de la orden como pudiera, los arrastraría con él; según sus propias palabras. 

Un regalo, decía.




Ciertamente no miraría al caballo por sus dientes, sin embargo lo que lo molestaba en el fondo de su mente era que Severus no lo había informado de los recientes acontecimientos, teniendo en cuenta que él era una víctima más de Dumbledore creía que habría sido al menos avisado de la unión forzosa, podrían haber planeado alrededor de ella, encontrado una manera de al menos guiar al hombre a un futuro menos desolador, y sin embargo, Potter, quien siempre pareció odiar a su maestro de pociones residente en Hogwarts, había desarrollado ciertos sentimientos de camaradería por Severus Snape; ¿y no es éso encantador?, lo veía como una especie de compañero al cual cuidar y proteger de las desgracias del mundo y si tenía que creer la extensa carta de su otrora enemigo, pedía clemencia por él, pedía que lo dejaran en paz, alegando que ya había sufrido demasiado, que se lo debía. 



Y era cierto, él lo hacía, y Lord Voldemort odiaba estar en deuda con los demás; y sí lo estaba pagaba sus deudas con prontitud o simplemente mataba a la persona, él podría dejar pasar ésa omisión por parte de su seguidor, reparando así el daño hecho al no cumplir con el pedido del pocionista al dejar a la jovencísima Señora Potter en paz aquella noche de Halloween. Él podía hacer éso, fue lo único que Potter había pedido hasta ahora y muy a regañadientes estaría de acuerdo, sólo como su última voluntad, continuó leyendo el contenido de la carta y se alegró haberlo hecho en la soledad de sus habitaciones, ciertamente no esperaba ser el heredero de la fortuna del niño que vivió. 





La carcajada que salió de sus labios probablemente había aterrorizado a cualquier que estuviera en las inmediaciones, Harry Potter, el niño del cartel de la luz, el elegido para acabar con su reinado del terror, le dejaba sus bóvedas, sus asientos en el Wizengamot, sus reliquias, su oro, sus joyas... oh, al parecer le había dejado un par de cuentas a su esposo, bien, qué era un par de ellas en comparación al resto, podía vivir con Severus heredando con él también, según lo estipulado por su joven enemigo, una vez se dictamine su muerte, un testamento se haría público, con el nombre de Lord Voldemort en él, habría uno más privado donde estaría su nombre de nacimiento y podría reclamarlo todo si probaba ser quien decía ser.


Él lo haría, sus esfuerzos de guerra se verían beneficiados tanto con la herencia como con la muerte de los pilares de la luz.





Una sonrisa satisfecha se instaló en su demacrado rostro serpentino, tal vez debería escribir una carta con sus condolencias al pobre viudo, asegurarse de que su fallecido esposo habría hablado por él y que, aunque estuvo molesto al principio, era un amo misericordioso, que lo había perdonado.





Siempre era bueno tener felices a las ovejas más útiles; se había dicho.

Severus era una muy útil.

Esperanza PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora