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Despacho del director
Segundo piso, Hogwarts.
31 de Julio de 1995, 18:43p.m

-Míralos- había murmurando Harry, pegado al costado de su nuevo esposo, observando con el desprecio apenas velado en los ojos a los invitados -No son más que animales que apenas y pueden combatir la compulsión hecha por un elfo doméstico- agregó tras un rato más de observar cómo, a pesar de que trataban de negarlo, seguían bebiendo del vino en las copas.


-¿Qué hiciste, Potter?- la enorme mano de Severus cayó pesadamente sobre el hombro del chico quien sólo levantó el rostro para mirarlo con una sonrisa.

-Snape- dijo, el hombre alzó una ceja, aunque sus ojos mostraban confusión. 

-Firme nuestro certificado de matrimonio como Snape-Potter- y soltó una risita al ver cómo el mayor apretó enormemente los ojos antes de poner una mirada de resignación.

 
-No has respondido- declaró en vez de responder, toda la alegría desapareció del rostro del muchacho quien sólo se apoyó cansado contra el costado de su esposo.

-Los magos subestiman mucho la magia de los elfos- habló en voz baja Harry, tanto él como el espía miraban a todos los invitados con atención -Saben que algo malo está sucediendo, pero no pueden ni siquiera concebir qué es lo que ocurre-


-Harry..- habló en voz baja Severus y el muchachito sólo se abrazó a él, quitándole la copa de las manos, ninguno de los invitados parecía notarlo, desde luego el pequeño hechizo de no me notes pudo haber ayudado.


-Tuve ayuda- desvió un poco el camino de la conversación -Dobby colocó las compulsiones en el cuello de las copas, todos aquellos que pongan aunque sea un dedo allí, tendrán una predisposición de beber el contenido, es sutil, ni siquiera lo sentirán como una compulsión perse, la magia los hace sentir sedientos, por lo que su única opción es beber- explicó. 

-¿Qué hay en el vino?- preguntó el pocionista, mirando casi con terror la inocente copa que hasta hace unos pocos minutos estaba en sus manos.


-Desde luego, Dobby no fue mi única ayuda- continuó, ignorando deliberadamente las preguntas de su esposo  -Una mujer asombrosa, tal vez la conozcas- ésta vez se giró hacia Severus y lo miró fijamente a los ojos mientras se llevaba la copa a los labios y bebía -Se llama Giulia Mangiardi-




Y entonces el maestro lo pareció entender, en un principio se vio confundido, el nombre le era conocido, desde luego que sí, por lo que hizo memoria acerca de éste nombre extranjero dentro de su palacio mental, y lo encontró, sus ojos abrieron enormemente mientras miraba de nuevo la copa y a Harry y de nuevo a la copa mientras negaba con la cabeza de forma apenas imperceptible. 


-No- murmuró casi con miedo, mientras miraba a los invitados -Todos sus venenos eran detectables, le eché un hechizo a la copa, no salió nada- continuó negando el mayor, Harry sonrió un poco triste.


- Lo era su obra maestra, era indetectable, sin color, sin olor, sin sabor... No sabías que estaba allí hasta que era demasiado tarde-


-Pero la receta ha estado pérdida desde hace siglos- habló el espía con voz estrangulada, Harry metió su mano dentro de su túnica y sacó un pequeño paquete que dejó en las manos de Severus antes de agrandarlo con un hechizo.


-Un pequeño regalo de bodas- habló, infinitamente divertido dentro de todo -Sé que lo apreciarás más que yo- dijo, y notó como abría el diario a la primera página y leía, todo el color desapareció de su rostro, y el primer invitado cayó al suelo, muerto.



Esperanza PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora