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No podía evitar analizar cada detalle de todas las calles, hasta había visto como un perro en la vereda había estornudado asustando a un pobre gato, o el como las personas solían ir tan ensimismadas en sus celulares que ni siquiera se daban cuenta...

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No podía evitar analizar cada detalle de todas las calles, hasta había visto como un perro en la vereda había estornudado asustando a un pobre gato, o el como las personas solían ir tan ensimismadas en sus celulares que ni siquiera se daban cuenta de lo que pasaba a su alrededor, una mirada, una sonrisa, un interés.

Sacudió la cabeza casi de inmediato sintiendo las orejas calientes, se miraba en el reflejo de los vidrios cada cinco segundos tratando de lucir presentable, aunque era irónico teniendo en cuenta que lucía uno de sus mejores vestidos y un saco rosa que le hacía conjunto.

¿Se había arreglado demasiado?

A unos cuantos metros del punto de encuentro pudo verlo recargado, su vestimenta estaba totalmente pulcra mientras sostenía un ramo que la hizo respingar.

Solo era Meizuo, que tan diferente era de aquel niño que daba tropezones o que chocaba con su espalda desde el jardín de niños.

Ni siquiera podía comprender el porqué había accedido, no tuvo ninguna pista, ni una señal de la razón del porqué entre tantas personas que había conocido por alguna razón uno de sus mejores amigos había posado sus ojos en ella.

—Gracias por la espera—sonrió levemente haciendo una reverencia—¿Llevas esperando mucho tiempo?

—Tranquila—sonrió de lado buscando su mirada que volteaba para todos lados menos con su acompañante, cosa que le hizo gracia—Son para ti.

Esta vez volteo a verlo curiosa, aceptó el ramo dándose cuenta de los pequeños detalles que había en este que a lo mejor pasarían desapercibidos por los demás.

Las nubes de algodón y las margaritas siempre habían sido sus favoritas, eran tan pequeñas, simples sin embargo el olor suave que desprendía le encantaba pero lo que más le había gustado era el color de las motitas y el papel, el tinto siempre había sido su color favorito.

—¿A donde quieres ir a desayunar?—le pregunto ofreciéndole el brazo cosa que aceptó tratando de que su temblorina no la delatara.

Los nervios seguían latentes en especial cuando hacía esos gestos que para algunos podrían ser insignificantes para ella lo eran todo, por supuesto que había tenido citas con otras personas que simplemente le dieron experiencia por sus actitudes que jamás paso por alto y que cuando ya no soportaba el mínimo detalle, salía de aquel desastre.

DIANTHE (SEGUNDO ACTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora