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Nunca en su sano juicio pudo imaginarse que tendría una debilidad aparte del cuarteto, la Señora Daoming lo había encontrado, su talón de Aquiles que había estado ocultando en lo más profundo de su alma y por eso mismo tenía que encontrar algo muc...

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Nunca en su sano juicio pudo imaginarse que tendría una debilidad aparte del cuarteto, la Señora Daoming lo había encontrado, su talón de Aquiles que había estado ocultando en lo más profundo de su alma y por eso mismo tenía que encontrar algo mucho más fuerte que hiciera titubear a aquella mujer.

—¿Escucharon las noticias?—se hizo la de los oídos sordos, en especial por la persistente mirada de los tres—Debe ser falsa ¿No es así?

—Dian, lo que sea que te dijo la Señora Daoming debes de ignorarlo—dijo Ximen sin embargo ella mantenía su vista en cómo se movía la cuchara en su té—Si y Shancai son nuestros amigos.

—Gracias por el té—les sonrió dejando la taza sin sorber, miró por última vez al pelinegro antes de salir del establecimiento.

Sus zancadas eran grandes a comparación de como caminaba normalmente dirigiéndose a aquel lugar que le daba tanta paz en donde estuvo un buen de tiempo hasta que llegó su acompañante sentándose a lado de ella en el suelo.

—No queríamos que te enteraras de esa forma—dijo apoyando la cabeza en sus piernas encogidas—Ninguno de ustedes en realidad, esa mujer es más ágil que un gato.

—Supongo que siempre sere el segundo—susurro parándose yendo hacia la orilla, la brisa no tardó en hacerse presente dándole escalofríos.

Suspiro torciendo la boca, se puso a su altura mirando las luces que parecían estrellas.

—Mei no es así—lo miró sin embargo el no quitaba los ojos de aquel paisaje a pesar de su persistencia—Ella me mostró algo que podría cambiar mi vida por completo, aparte lo hice para darle tiempo a aquel par de tortolos.

—¿Tienes un plan?

—No con exactitud—sintió un mal sabor en su boca—Se donde buscar, aunque no será una tarea fácil teniendo en cuenta al adversario que tengo.

—Tenemos—entrelazo sus manos tomándola por sorpresa, acercó el dorso de su mano hacia sus labios besándolo—Te lo advertí, nadie nos podrá vencer.

No pudo evitar sonreír mirando a aquel muchacho que le correspondía, podía percatar como su corazón bailaba alborotado al igual que temía por su mano entrelazada, sus ojos brillaron en sintonía al igual que sus labios que iban al compás cuando lo jalo iniciando aquel sello del que no quería salir jamás.

DIANTHE (SEGUNDO ACTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora