Segunda temporada de Dianthe
La gran heredera ahora que ha probado ser digna de su reino en la industria culinaria será acreedora de todo por lo que ha trabajado sin embargo ¿Qué sucederá con el F4? A punto de graduarse dará una gran sacudida con el...
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Desde la perspectiva de Lei
La mansión adquirida por el grupo de amigos se encontraba sepulcral, lo único que se escuchaba eran las olas del mar y el cantar de las aves. Los dueños de aquel lugar estaban encerrados en su propia mente tratando de procesar los recientes acontecimientos.
El primero en darse cuenta de la ausencia de su querida amiga fue Lei, al no encontrarla en su habitación no pudo evitar ignorar la falta de personas de servicio, busco por toda la mansión hasta que encontró cuatro sobres con el nombre de cada uno en letra cursiva. En ese momento fue cuando comprendió la situación en qué lo había puesto Dianthe, después de exactamente tres días les aviso a los demás que no tardaron en llegar agitados, dándole el suficiente tiempo de lograr su cometido.
—¿Estás seguro que alertaste a seguridad internacional...?—le pregunto por octava vez Si, suspiro afirmándole lo que claramente no había hecho.
Conocía lo perspicaz que era su amiga, ni siquiera el FBI había podido localizarla cuando huyo de su familia, era cierto que el F4 había logrado hasta lo imposible pero cuando se incluía al factor Xan Dianthe parecía verlo como un juego de niños.
—Fue su decisión—hablo después de un rato Ximen—Aunque tratáramos de encontrarla por nuestros medios los cuatro sabemos que sería como buscar una aguja en un pajar.
—¿¡Estas sugiriendo que nos demos por vencidos?!—se exaltó, desesperado era decir poco a como llegó Si. Para el seguía siendo el mismo niño que había conocido desde hace años, al menos cuando la situación lo exigía.
Seguían discutiendo por el mismo asunto, vio en el balcón al más afectado de todos ellos, que a pesar que se mostro apacible cuando llego sabía que su corazón estaba roto en mil pedazos, algo en su mirada lo delataba.
Se acerco sintiendo la brisa del mar en el rostro, era melancólico. Sentía una especie de dejavú apoderarse de sí mismo.
—Por más que trato de retroceder no puedo recordar alguna señal que la orillara a hacer esto—dijo después de un tiempo, veía hacía el mar tal vez preguntándose donde se encontraba en esos momentos su amada—¿Habré sido muy intenso? ¿Se sentía sola?
