7

27 2 0
                                    

La velocidad con la que latía mi corazón era demasiada. Excesiva. Básicamente, amenazaba con explotar a cada latido. Ito me había dicho que estaba embarazada. Embarazada. Embarazada. ¡Embarazada!

¡Santa mierda!

¿Alguna vez un perro los ha perseguido cuando van en bicicleta? O simplemente, que los persiga un perro. La descarga de adrenalina que sienten cuando eso ocurre, lo que los hace correr incluso más rápido que el perro loco que hace de todo por morderte. Ese sentimiento que combina el terror que sientes con la emoción de saber que lograrás salir ileso... Eso fue lo que sentí.

-¿¡De verdad!?- sonreía sin poder creerlo. Estaba embarazada. La miré a los ojos sintiendo mi corazón latir más rápido que nunca. Estaba en shock, la miraba pero no podía enfocar la vista, sentía que iba a desmayarme en cualquier momento. No era cierto, era una broma. Lo era, ¿no? Ella sólo estaba jugando, ¿verdad? ¿No? Temblando por la espectativa, abrí el sobre blanco que tenía en mis manos. Era cierto, mierda, ella estaba embarazada. La prueba estaba ahí, en el sobre en mis manos. La prueba de que estaba embarazada. -Peque... es, es...- no encontraba las palabras, estaba idiotizado, encantado. Iba a ser papá. ¡Iba a ser papá! Un maldito huracán de emociones se hizo presente en mi interior, moviéndome a aceptar la realidad en la que estaba viviendo. Un incendio. Eso sentía. Mi jodido corazón estaba ardiendo de felicidad, de emoción. -¡Es increíble!- logré decir al fin, mirando la prueba en mi mano, y el trajecito rojo en la otra, que permanecía inerte, como lo que era: un objeto. Pero, qué increíble era saber que en algún momento no muy lejano, se movería gracias al pequeño cuerpo de mi hijo. Mío. De Ito. Nuestro. La miré con una sonrisa, terminando de asimilar la noticia. Ella estaba feliz. Feliz, y embarazada.

-Sí que lo es, me hice la prueba hoy en la mañana y vi que era positiva- explicó con la emoción y felicidad emanando de su voz y su mirada. La maldita prueba era positiva. Aún sin poder creerlo, volví a mirar el pequeño aparato en mi mano. Dos pequeñas líneas rojas marcaban el resultado de la prueba. Positiva.

-La prueba salió positiva.... ¡Positiva! Por Dios- en ese mismo momento, mi mente terminó de procesar la información. Estaba embarazada. Seríamos papás. De nuevo, una ola enorme de adrenalina me golpeó con brutalidad y brusquedad directo en el pecho, haciéndome pegar brincos demasiado altos ahí en la calle, a vista de todos. ¿Siquiera había gente ahí? No me interesaba en lo absoluto. -¡Voy a ser papá!- gritaba a la par que saltaba. Abracé el trajecito como si pudiera sentir a mi bebé ahí, como si no estuviera formándose apenas en el vientre de la mujer de mi vida. Como si lo tuviera ahí conmigo.

-Shh, shh- Ito me hacía señas poniendo su dedo sobre sus labios. Reía entre divertida, aliviada, feliz, y enternecida. Mi mente trabajaba con demasiada velocidad, y entoces recordé que aunque hubiéramos limpiado la ciudad del crimen lo más posible, aún había gente que podría tenernos rencores, por lo que debía ser discreto. Pero, mierda, ¿cómo se podía ser discreto cuando me acababan de dar la mejor noticia de mi vida?

-Lo siento, Peque, es sólo que...- solté un suspiro emocionado, y lleno de ilusión. Con un demonio, quienes ya hayan tenido hijos lo saben, es una noticia que te llega como un balde de agua fría. Te entume el cuerpo, y después te trae de vuelta a la realidad. Te golpea, te deja fuera de juego por unos momentos, hasta que caes en cuenta de que es verdad. Cambia tu mundo por completo. Un bebé, un hijo tuyo, un pequeño pedacito de tu corazón fusionado con el de la persona que amas. Un hijo es eso, la fusión perfecta y única del amor que nos tenemos, una prueba palpable, pura, real. El amor se puede profesar de muchas maneras. Ito y yo habíamos encontrado una nueva manera de hacerlo. Con nuestro pequeño bebé. -Voy a ser papá, y tú mamá... Seremos padres... No puedo creerlo- con la respiración acelerada, y el corazón amenazando en explotar, sonreí pasando mi mano por mi cabello, sin importame si me despeinaba. Maldita sea, no podría explicar la sensación que me probocaba saber que Ito y yo formaríamos una familia. Nuestra familia. -Te debo tanto, de verdad te debo todo lo que tengo... Nunca les faltará nada, lo prometo- hablaba en serio. Jamás por nada del mundo descuidaría lo más hermoso que me pudo pasar en la vida. Y lo prometía por ellos, por Ito y el pequeño bebé que crecía poco a poco en su vientre.

Color negroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora