Una punzada en el estómago me hizo despertar, pero el dolor en el cuerpo me impidió levantarme. Tenía frío, y pude notar que no llevaba nada más que un pantalón holgado y una venda que cubría desde mi cadera hasta el pecho, sin camiseta.
-Tranquilo...- una voz conocida pidió con suavidad, de forma amable. -Perdiste mucha sangre, aún no podrás levantarte- abrí los ojos con pesadez, forzándome a respirar lo mejor que podía.
-¿Dónde?..- mi garganta quemaba, pedía agua con el ardor. No recordaba nada de lo que había pasado, no sabía dónde estaba ni cómo había llegado ahí. Hathor estaba arrodillada a mi lado, y gracias a lo poco que podía ver, estaba más delgada que antes, tenía ojeras pronunciadas y pequeños rastros de lágrimas en sus mejillas, que estaban lastimadas por haberlas sujetado con extrema fuerza.
-Tranquilo- repitió con una sonrisa. -Estarás bien, sólo tengo que terminar de curar tus heridas y en pocos días podrás levantarte- suspiré con dolor. -Ten, bebe un poco de agua- me acercó una pequeña botella y me ayudó a llevarla a mis labios. Yo no tenía la fuerza de sostenerla por mí mismo, pero ella ya lo sabía; se había encargado de todo. El agua resbaló por mi garganta, me hizo sentir mucho mejor de lo que creí. Y entonces, pude ver un poco más allá de lo que tenía frente a mí: estábamos en un sótano, la humedad predominaba, habían repisas llenas de cadenas oxidadas, el aroma a metal se me impregnó en la nariz tan pronto como pude respirar mejor. El cuerpo me dolía como el infierno, pero no podía quedarme inmóvil.
-Tenemos que salir de aquí- dije con dificultad. La observé con atención cuando no respondió; llevó su mirada al techo, donde había una compuerta para acceder al lugar. Era más alto de lo que podíamos alcanzar.
-Se llevan la escalera, sólo nos traen comida y agua tres veces al día, y cosas para sanarte- pasé saliva duramente. Me levanté para sentarme con cuidado y lentitud, hasta poder apoyarme en la pared que tenía detrás de mí. Llevé mi mano a la herida del estómago y cerré los ojos con fuerza. -Eijirou, estás muy mal, llegaste prácticamente muerto- acarició mi mejilla con suavidad, sus ojos me pedían que no me moviera, y esta vez no pude discutirle.
-Fue una batalla injusta- sonreí un poco, con cansancio. -Eran tres contra uno, y uno de ellos era un monstruo- recordé conforme más me esforzaba.
-Desearía haber podido advertirte de Tetsutetsu- bajé la mirada y deseé que fuera una pesadilla, que siguiera dormido. Había rogado que fuera sólo un mal cuento, una historia de terror. Pero las palabras de Hathor me habían confirmado que no era de esa forma. -No es tu culpa, Eijirou- apreté la mandíbula.
-Honestamente, no puedo pensar lo mismo que tú- se sentó a mi lado y tomo mi mano. -Al menos Ito y Natsuki están a salvo- recargué la cabeza en la pared y cerré los ojos, dejando escapar un suspiro. Apretó mi mano suavemente, a lo que correspondí con poca fuerza. El calor de su mano dejó de sentirse como si fuera una villana, una enemiga, y pude sentirla como una amiga, una real. La miré con cansancio, ella me ofreció una sonrisa y no pude contener más el llanto. -Perdóname, Hathor- hablé con pesadez. -No pude protegerte, te envié al peligro sola, lo lamento- ella se levantó un poco y me abrazó con fuerza.
-Está bien, Eijirou- hablaba con calma. -Todo está bien, tu familia está a salvo, eso es lo que nos interesaba desde un inicio- dolió mucho, me dolía todo. Pude notar como ella también había empezado a llorar, se aferraba a mí; tenía miedo y eso lo entendía perfectamente. La abracé también, en un intento por no derrumbarme por completo. Si estaba vivo, aún tenía una posibilidad de arreglarlo todo. Nos quedamos en silencio, hasta que se separó del abrazo, en sus ojos brillaba el terror. -Soy Satomi- dijo después de unos momentos. Acaricié su cabello en un intento por calmarla; sentí tristeza al notar lo mucho que había adelgazado, y estaba seguro de que era porque estaba aquí desde hacía meses.
ESTÁS LEYENDO
Color negro
FanfictionKirishima Eijirou, con sólo quince años encontró al amor de su vida: una estudiante de intercambio en la UA se convertiría en su motivo para vivir, y para ser un héroe inquebrantable.