Entrenaba en el gimnasio Gamma, pese a la hora. El reloj del teléfono marcaba las 2:18 de la tarde, reproduciendo la siguiente canción.
Terminé de hacer la primer parte de la rutina, y lo siguiente es hacer 50 flexiones; muy masculino. Me tiré al suelo, esperando la ritmo de la canción para iniciar; tardó al menos cinco segundos en empezar a cantar, haciendo la primera. A la veinteava flexión mis brazos empezaron a doler, y por lo que descansaría un poco cuando llegase a la 25. Me detuve y sentí como si alguien me estuviera observando; inevitablemente me levanté poniéndome alerta, buscando con la mirada cualquier cosa que estuviera fuera de lo normal.
Capté un ligero movimiento a mi izquierda y avancé silenciosamente hacia el muro para escalar. Miré la parte posterior y mi corazón se aceleró demasiado al descubrir de quién se trataba.
-¿Dónde se metió?- pregunta Ashido en voz baja a otra chica junto a ella.
-No lo veo- respondió Hanako en un susurro. Entré silenciosamente al espacio libre que había junto a ellas.
-¿Qué están haciendo?- pregunté con curiosidad. Ambas chicas se paralizaron y se voltearon a verme lentamente. Hanako se sonrojó tanto que podría competir con mi cabello.
-¡Kirishima! ¡No estábamos espiando!- respondió Ashido agitando sus brazos enérgicamente, denotando su nerviosismo mientras la otra chica permanecía en silencio, aparentemente en estado de shock.
-Supongo que sólo contaban chismes aquí, ¿no?- respondí sonriendo intentando no reírme al ver a mis amigas nerviosas; aparentemente di en el blanco.
-¡Tú no sabes eso! Además, para chismorreo están las habitaciones- hablaba rápidamente, mirando hacia la frente con el ceño fruncido. -, estaba cansada de que Hanako no hiciera otra cosa para acercarse a ti- la mencionada se volteó a verla con los ojos demasiado abiertos, y Ashido se tapó la boca con ambas manos. Sentía cómo la sangre subía demasiado rápido a mi rostro.
-¡Mina!- gritó, mientras yo la miraba sorprendido. -Ehh... sobre eso, yo...- miraba hacia todas partes, jugando con sus dedos con nerviosismo.
-Hanako... ¿a qué te...?- sentía los nervios a flor de piel, con mi mente creando miles de escenarios posibles -...acaso, ¿me estaban mirando?- pregunté sorprendido.
Se paralizó sin responder nada; empujó a Ashido hacia el otro lado del muro, saliendo rápidamente del gimnasio. Me quedo solo, pensando demasiadas cosas, en especial la respuesta. Eso no se podía quedar así, tenía que saber qué estaba pasando.
Salí a los dormitorios, y me encontré a todos en la sala común, menos a la persona que me interesaba ver. Le pregunté a las chicas, y dijeron que no estaba ahí, por lo que supuse que estaría en su dormitorio; agradecí y decidí ir al mío, puesto que era nuestro día libre. Al entrar, me sentí algo extraño, de una forma u otra, sabía que algo entre Hanako y yo no estaba bien, como si un muro invisible se acabara de levantar entre los dos. Solté un suspiro frustrado y tomé mi celular, sentándome en la cama, decidido a enviarle un mensaje; tal vez si hablaba con ella indirectamente podría saber qué pasaba.
<<"Hey, Ito! Quería saber si estás bien, fue algo raro lo que pasó hace rato... ¿quieres hablar de eso?">>
Esperaba que respondiera al menos en un par de horas, darle tiempo para que se calmara y pensara las cosas, pero su respuesta no llegó. Decidí seguir con el entrenamiento en mi dormitorio mientras esperaba; terminé las flexiones, levanté algunas pesas, golpeé el saco de box hasta que me dolieron los brazos, e incluso tomé un baño, pero ella no respondió. Miré la hora en el reloj que colgaba en la pared, y me di cuenta de lo tarde que se había hecho; sin molestarme en peinarme un poco, bajé a cenar, buscando cualquier cosa que pudiera comer e ir a descansar un rato.
Cuando llegué abajo, esperaba verla, pero tampoco estaba ahí. Cada segundo que pasaba sentía que se alejaba más, y lo peor era que no entendía por qué. No le había hecho nada malo, no tenía sentido que me evitara, pero por más que intentara hablar con ella, me rehuía siempre: no me respondía los mensajes, me cortaba las llamadas, no abría cuando llamaba a su puerta, e incluso me ignoraba durante las clases, y en los entrenamientos ni siquiera me miraba. La frustración que sentía era demasiada, y creció conforme la semana seguía.
Un día después de que se cumpliera la semana, cuando las clases terminaron, salí rápidamente del aula, esperando a que todos salieran y que ella se quedara sola. Al menos mi suerte era buena, pues se quedó un poco más de tiempo dentro, arreglando su mochila; cuando estuvo a punto de salir, la jalé del brazo, acorralándola contra la pared.
No estaba seguro de estar haciendo lo correcto, después de todo, un caballero no hace eso sin el consentimiento ajeno, pero la frustración y desesperación que sentía me obligaron a cometer la mayor locura que podría haber hecho en los pasillos de la academia.
-Kirishima, ¿qué estás...?- antes de que pudiera terminar de hablar, la besé. Al principio no me correspondió, e incluso intentó apartarme empujándome por el pecho, sin embargo, tomé sus manos, apegándola más a mí. Pocos segundos después, ella cedió, pasando sus manos hasta mis hombros, mientras yo la abrazaba por la cintura posesivamente. Rompí el beso cuando nos faltó el aire, relamiendo mis labios mientras ella me miraba a los ojos, ambos estando demasiado sonrojados.
-Lo siento... estaba demasiado cansado de no saber nada...- dije dejando un pequeño beso en su nariz; era ligeramente más alta que yo, tal vez medía 1.62 m. Para ser nuestro primer año en la UA, yo era demasiado bajito, con 1.60 m. Me miraba en shock, como si no creyera lo que acabáramos de hacer.
-Me gustas- dijo en un susurro demasiado bajito, pero no lo suficiente como para que no pudiera escucharla. Sonreí y entrelacé nuestras manos; ese gesto se sintió tan correcto, como si mis ásperas manos estuvieran hechas para sostener las suyas, tan suaves y delicadas.
-Tú también me gustas, Ito- su mirada brillaba tan hermoso, esos ojitos color café chocolate denotaban felicidad, emoción y por otro lado incredulidad.
-Kirishima, yo...- apartó la mirada nerviosa -, creo que me enamoré de ti- en ese momento pude sentir como todo a mi alrededor desaparecía, como si sólo ella y yo existiéramos. Un segundo después, sentí una paz incomprensible, como si todo estuviera perfecto; sonreí.
-Yo también te amo, Peque...- dije abrazándola con cariño, y besándola de nuevo
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Color negro
FanfictionKirishima Eijirou, con sólo quince años encontró al amor de su vida: una estudiante de intercambio en la UA se convertiría en su motivo para vivir, y para ser un héroe inquebrantable.