Epílogo

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-Papá, mira allá- Karma, mi hijo de siete años, señalaba un carrito de helados. Ito, nuestros hijos y yo habíamos salido al parque, tener mellizos no era nada fácil, sobre todo a la hora de compartir ciertos objetos, teníamos que distraerlos de alguna forma. -¿Me compras un helado?- 

-Yo  también quiero uno- Akane, su melliza, rápidamente tomó mi mano, en un intento de arrastrarme hacia su objetivo. Me hicieron soltar una pequeña risita, fingiendo que había sido un bufido.

-Oigan, ya compré los boletos del cine, y las palomitas, y los perros calientes, ¿por qué no mejor comemos helado en casa?- sabía que sería inútil, puesto que la mirada que Ito me había dedicado era la misma que los mellizos: ella también quería uno.

-No seas aguafiestas, papá- Natsuki, con ocho años, siempre apoyaba a sus hermanos cuando se trataba de comida. Siempre había sido su punto débil, y admito que cuando los tres se unían contra mí, no había poder humano que me hiciera decir que no.

-Vamos, Ei, sabemos que tú también quieres- Ito sonreía tratando de convencerme. Sonreí resignado.

-Ya que insisten...- mi esposa soltó una risita, mientras que los mellizos chocaban sus puños.

-¡Gracias, gracias!- Natsuki me dio un abrazo suave, antes de que Karma me tomara de la mano y me hiciera correr junto con él.

-¡Te ganaré, abuelo!- se burló cuando dejé de correr, sin embargo, apenas cruzamos miradas, supo que me lo había tomado personal. Corrí, lo adelanté, y la queja fue más graciosa de lo que creí. -¡No es justo, eras un héroe! ¡Mamá, dile algo!- sonreí burlón y divertido cuando volteé a verlos a todos; Ito caminaba tranquilamente con una sonrisa burlona, Natsuki y Akane se reían a carcajadas, y Karma me miraba con el ceño fruncido, decidido a vencerme.

-¡Kirishima Eijirou, que no se te ocurra ganarle a mi hijo, ¿me oíste bien?!- fingió amenaza, a lo que Karma sonrió con satisfacción. Me encogí de hombros, bajando la velocidad. En efecto, él llagó antes que yo, haciendo un baile de la victoria. Compramos el helado y nos sentamos todos juntos en el césped, comiendo, haciendo bromas, jugando entre nosotros; Karma y Akane jugaban a ver quién aguantaba más tiempo sin parpadear, cosa que nos mataba de risa a los demás, ya que todos sabíamos que los dos hacían trampa.

Jugaron un rato más, hasta que, por la curiosidad de los mellizos y la petición de Natsuki de ir a visitar a Bakugou, terminamos en camino a la agencia; les recordé que no podíamos hacer mucho ruido, ya que habían nuevos héroes trabajando y tenían suficiente con los gritos desquiciados de mi mejor amigo. Todos asintieron, emocionados por nuestra nueva aventura en Hasunohana, a donde los llevaba de vez en cuando, siempre y cuando yo no tuviera mucho que hacer. En el camino, Ito les contaba de nuestras aventuras como héroes, yo conducía y los niños hacían preguntas, sin explicarse el cómo de muchas cosas, hasta que llegamos al estacionamiento y entraron corriendo directo a la recepción, donde una nueva heroína estudiaba unas hojas en sus manos.

-¡Señor, buenas tardes!- saludó educadamente, pero mis hijos respondieron antes de que yo pudiera siquiera abrir la boca.

-¡Yuna!- Akane y Natsuki rápidamente la abrazaron; desde que había llevado a las niñas por primera vez conmigo a la agencia, con Yuna haciendo sus prácticas, se habían convertido en buenas amigas. 

-¡Hola, chicas!- les devolvió el abrazo, para después chocar el puño con Karma, que insistía en que los abrazos no eran para nada cosa de niños de siete años, "porque ya son niños grandes".  -¿Cómo estás, Karma?- hablaba amablemente. 

-Hola Yuna, estoy genial, papá nos trajo a ver al tío Kats- Ito me molestaba todo el tiempo, ya que Karma desde siempre había sido muy tímido con las demás personas, pese a estar educado como a un caballero. -¿Cómo estás? ¿Peleaste con villanos y monstruos?- estaba claro que Yuna era algo así como su adulto favorito. La chica les contó lo que había hecho los últimos días y para distraerlos un rato, les pidió ayuda para llevar algunas cosas a la oficina de Bakugou, a lo que rápidamente los niños accedieron, emocionados de ayudar a su heroína. Natsuki miraba a su hermano, a lo que él sólo asintió. Así se comunicaban, era difícil saber lo que estaban diciendo, a veces me frustraba, pero siempre era genial ver que la complicidad que teníamos Ito y yo también la tenían ellos. A medida que nos acercábamos a la oficina de mi mejor amigo, los gritos iban en aumento.

Color negroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora