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Antes de poder decir nada, sentí sus brazos tratando de rodearme y a su vientre haciéndole más difíciles las cosas. Sin dudarlo ni un segundo, la abracé con delicadeza.

-Kirishima...- sollozó bajito a la par que se aferraba a mí con fuerza. La había extrañado tanto, la quería conmigo, la necesitaba. Había tenido tanto miedo de no volver a verla, y ahora que estaba ahí, en su presencia, en su calor, en su abrazo junto a mi hija, no pude evitar sentirme pequeño y protegido. Sí, a pesar de ser más alto que ella me sentí pequeño. Era un efecto secundario de sus abrazos. -Mi Eijirou...- estreché levemente más el abrazo, y acaricié su vientre. Mi niña respondió con un movimiento enseguida.

-Lamento haberte preocupado, linda- y era cierto. Se suponía que no debía tener emociones tan fuertes en el embarazo, porque esas emociones y sentimientos se transferían a los bebés, y muchas veces nacían dañados emocionalmente por ello; esperaba que a Natsuki no le afectaran tanto esas emociones. -Todo está bien ahora- besé su frente con amor, añorando estar con ella para siempre. Le propondría matrimonio en ese mismo momento, no me importaba nada más. Quería que nuestra familia fuera especial, y bella. No aspiraba a que fuera perfecta porque, bueno, por más perfectibles que seamos, no somos perfectos; me decidí proponérselo después de tomar un baño, puesto que para ese momento seguía cubierto de sangre y con algunos golpes que necesitaban atención.

-Y..yo me preocupé- se separó levemente de mí, limpiando sus lágrimas con el dorso de su mano. -Por un momento...- la vi titubear antes de continuar: -creí que te perdería- me miró a los ojos aún con pequeñas lagrimitas en sus preciosos ojos café. Le sonreí y acerqué mi mano a su rostro con la intención de acariciarlo, pero al verla ensangrentada, la aparté. Me acerqué más a ella y pegué mi frente a la suya.

-También creí por un momento que no sobreviviría- admití en voz baja; sentí sus manos sobre mis mejillas, y acarició con suavidad. Me llenó de un calor hogareño. - Pero, no me atrevería a dejarte sola, no las abandonaría por nada del mundo- prometí con sutileza, dejando un beso en la comisura de sus labios.

Cuando nos separamos, me sonrió más tranquila y aunque sus ojos se veían algo hinchados, el brillo que despedían era precioso. Ella era tremendamente preciosa. Asintió y me dio un abrazo suave, antes de volver a separarse, esta vez mirándome con determinación.

-Ahora debes descansar, vamos- tomó mi mano sin dudarlo. Ella había visto lo que hice con mis manos y aun así entrelazó sus dedos con los míos. La sangre de Re-Destro seguía impregnada en mis manos. No le importó. Me guió hasta nuestra habitación a paso lento, dejando que me tardase todo lo que quisiera. -Deberías tomar un baño, quizás así te relajes aún mejor- habló con la voz tan dulce y suave, que me hizo sonreír. Usó el mismo tono de voz que usaba cuando hablaba con Natsuki.

-Claro- respondí con voz baja, mirando nuestras manos unidas, y disfrutando del calor de su compañía. -Soy muy lento- dije algo burlón, aunque sin tratar de avanzar más rápido. Me miró con una sonrisita cómplice. Ahí estaba mi chica.

-Gran Torino era mil veces más rápido que tú, tortuga- me sacó una risita divertida. -Es normal, estás agotado- se encogió de hombros, abriendo la puerta del baño de la habitación. -Ven, déjame ayudarte- señaló con la cabeza mi traje hecho pedazos.

-Gracias Peque- dije mientras desabroché mi cinturón, dejándolo caer al suelo. Ella se encargó de las mangas rotas, dejándolas a un lado. Cuando sólo me faltaba el pantalón, se dirigió a la tina y abrió la llave, llenando con agua tibia. El calor que llenó el baño fue tan agradable que no pude evitar soltar un suspiro. Me dio privacidad cuando la tina estuvo preparada.

-Te espero en la habitación- me sonrió mirándome a los ojos, a lo que yo asentí con una suave sonrisa en los labios; se encaminó a la puerta, y de nuevo, titubeó antes de salir. Me miró esta vez con sinceridad y dijo: -Tus cicatrices te hacen ver más varonil- me hizo voltear a ver mi propio cuerpo donde se resaltaban bastantes marcas que antes de esa noche no existían. Sonreí agradecido con ella. -Aunque, no quiere decir que vayas a ir por la vida dejando que te hagan más cicatrices, ¿de acuerdo?- sus palabras me hicieron sonreír aún más. Iba un claro "cuídate" implícito en esa frase.

Color negroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora