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No tuve que esperar mucho tiempo. Pese a la casi total oscuridad, pude sentir la pesada mirada del que alguna vez llamé amigo.

-Supongo que no entiendes razones- dijo con calma, acercándose a mí. Me encontraba sentado en una pequeña pila de sacos de arena, Tetsutetsu arrastró un cubo y lo puso al revés, sentándose frente a mí. -¿Tienes frío? Hay cosas aquí que podemos usar para prender fuego- señaló a mi lado un montón de madera y cartón, pero supe que no era otra cosa más que una amenaza. Te quemaré vivo.

-Un poco de luz no nos vendría mal- hablé con paciencia, conteniéndome para no saltar y arrancarle la cabeza. -¿Tienes un encendedor o algo con lo que encender el fuego?- me enfurecía que tuviéramos una conversación exageradamente normal, como si fuéramos amigos.

-Por supuesto- nos levantamos al mismo tiempo. -Te ayudaré, vi un cubo grande de acero por allá, podemos contener el fuego dentro- caminó hacia algún sitio, no pude ver bien, pero algo me decía que no me atacaría aún. Jamás me había atacado con su mano y esta no sería la primera vez. Llevamos lo que hacía falta y lo pusimos en medio de los dos, pero sin estorbar para poder mirarnos. En silencio, encendió el fuego, esperando a que tomara fuerza para iluminar lo suficiente. -Lamento lo de tu casa, jamás le dije a Reiko que la destruyera- tensé la mandíbula, sin saber si era una disculpa real o solamente para llenar el silencio.

-Está bien, de todos modos pensaba en irme de ahí- mi respuesta lo tomó por sorpresa.

-¿Por qué? Creí que amabas ese lugar- puso sus codos en las rodillas, prestándome total atención.

-No se sentía como un hogar- asintió comprensivo. -De todos modos, creo que hay temas más importantes de los que debemos hablar- sonrió un poco, sus ojos no tenían ni una pizca de maldad.

-Tienes razón, sé que tienes preguntas- hizo una pequeña pausa, estudiando el ambiente, observándome como un experimento. -Adelante, no tengo por qué mentirte, fue suficiente de engaños y enigmas- la honestidad con la que hablaba era enfermiza.

-¿Por qué a Ito? ¿Natsuki qué tenía que ver en esto?- desvió la mirada al fuego, parecía triste. -¿Por qué no buscaste tu propia familia, Tetsutetsu?- apreté los puños, aunque sin perder la compostura.

-Natsuki no tiene nada que ver, tuvo la suerte de ser la hija de la mujer que amo- la boca se me llenó de un sabor amargo. -No sé por qué me enamoré de ella, pero dado que tú y yo somos muy parecidos, supongo que es por la misma razón que tú: ella es increíble- sonrió levemente. -No puedo tener familia, al menos, no hijos- suspiró profundamente. -Tú tenías todo, amigo- volvió a mirarme, sonriendo un poco más. -Si te soy honesto, esto me superó por mucho, no creí que podría hacer todo este circo. El amor te hace cometer locuras- lo miré sin demostrar expresión alguna.

-Jamás dijiste nada de amarla- soltó una pequeña risita.

-No hubiera cambiado nada, ella siempre te amó- miró sus manos, entrelazándolas lentamente. -Aún lo hace- ante esa confesión, no supe cómo sentirme.

-Es cierto que uno hace locuras por amor, pero hacer tantas cosas, utilizar a tanta gente, la fuga pudo haber terminado en una nueva guerra- un suspiro sarcástico escapó de sus labios.

-¿Haber hecho alianzas con criminales y exponer a tu hija no pudo terminar en tragedia?- se me secó la boca. -La entregaste al peligro, Kirishima; un padre responsable no haría eso- el aire abandonó mis pulmones por un momento. -Si hubieran sido criminales que realmente estuvieran en tu contra y no trabajaran para mí, Ito y Natsuki estarían muertas, y tú cortado en pedacitos- negó con la cabeza. -Tienes suerte de que tuvieran órdenes mías de no hacerles daño- fruncí un poco el ceño, fastidiándome a cada segundo que pasaba.

Color negroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora