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Después de desayunar, nos pusimos a ordenar toda la casa. Limpiamos lo que habíamos tirado la noche anterior, y después de casi todo el día, pudimos recibir por primera vez a nuestros amigos junto a nuestra hija, quién inmediatamente amó el patio. Como era de esperarse, Satomi me cuestionó durante casi media hora lo que habíamos hecho, sin embargo no iba a revelar absolutamente nada de lo que había pasado. Al menos, yo. Ito era una historia diferente, ya que incluso les mostró el sofá metido en piezas en una caja y les contó cómo lo rompimos. Bakugou me miró con molestia al saber que estuvo expuesta en la ventana, a lo que solamente pude rezar para evitar que me asesinara en cualquier momento.

«Papá» la vocecita de Natsuki llegó a mi mente, a lo que rápido la busqué con la mirada. Estaba sentada en el jardín, con un cubo de juguetes para construir. «Mira» caminé hasta sentarme junto a ella, sonriendo al mirar la torre que había construido.

-Es muy alta, mi amor- me la dio en las manos -Si esto no fueran bloques, podría perfectamente ser una espada- me miró confundida, aunque después sonrió al verme ilusionado con ella. ¿Qué más podía decir? Mi hija se había convertido en un motor para mí, no podía pensar siquiera en estar lejos de ella de nuevo. No pensaba perderme su vida. -Eres extraordinaria, mi niña- la tomé en brazos y le di un beso; ella rápidamente me tomó con fuerza de las mejillas y me dio un lindo ataque de besos, en los que sus dientecitos chocaron con mi piel, y su saliva era la protagonista de todo el show. Admito que, por más asqueroso que pueda sonar, era un deleite tener a mi hija dándome aquellas muestras de cariño.

-Papá, te amo- dijo en voz alta, mi corazón se derritió al escucharla. Estuve a punto de llorar, pero me resistí a que se confundiera por ello, así que sólo la abracé y acuné entre mis brazos, sintiéndome el hombre más fuerte del mundo.

-Yo también te amo, mi revoltosa niña- se acurrucó más en mí, podía sentir su comodidad. -Mi princesita, jamás te pasará nada; papá está aquí, y siempre estaré contigo- cuando se separó un poco de mí, su parecido con Ito fue como una flecha al corazón: la misma mirada penetrante, esa que te exige que no dejes de hacerle mimos, que te pide que abraces más fuerte, que ames hasta que no puedas más. Sus pecas, sus ojos, sus rizos, mi hija era idéntica a mi esposa, y eso no podía fascinarme más. -Eres igual a mami, mi amor; son preciosas, eres un angelito- ella sonreía, hasta que pasó su mirada por sobre mi hombro y sus ojos se iluminaron aún más.

-¡Mamá! Papá dijo que soy un angelito- su mirada carmesí iba de mi esposa a mí. -Papá es genial- Ito se sentó a mi lado, recargando su cabeza en mi hombro.

-Creo que ambos tienen razón, tú eres un angelito, y papá es genial, mi familia es perfecta- la calidez con la que hablaba era increíblemente pacífica, se sentía como un atardecer, al lado del mar, con los últimos rayos del sol acariciando nuestras pieles. -Te amo, bebita- ambas sonrieron, y el mundo se detuvo. No cabía duda de que estaba enamorado de mi familia.

-Yo también, mami- respondió con su vocecita tierna. Le dio sus bracitos a Ito, pidiendo que la cargara también. Aquellos momentos se sentían como descansos; si bien en ese momento estaba mejor que antes, estar con ellas me hacía sentir el hombre más fuerte del mundo. Un hombre inquebrantable.

Estábamos jugando en el jardín, Natsuki había decidido "hornear" pasteles de lodo, tenía todo listo, pero estaba empezando a pensar que debía huir si no quería tener tierra en el estómago. Bakugou y Satomi se unieron al juego, llevando platos de plástico y vasos con leche. Estuvimos así mucho rato, jugando, huyendo, riéndonos, y de un momento a otro, estábamos todos quedándonos dormidos en el porche de atrás, con Natsuki en mis brazos, Ito en mi hombro y los demás recargados en la pared, al menos hasta que Satomi se quedó dormida y cabeceó hasta caerse en mi hombro.

Color negroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora