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Los días pasaron. 

Leorio volvió a lo suyo, Killua, Gon y ahora Alluka estaban en casa de Mito, llegaron solo hace un par de días, sin embargo el grandísimo idiota no daba la cara. Haciendo preocupar enormemente a Kurapika, la cual no hacía más que acumular estrés.

—Mamá— Rois le estaba hablando. Ella estaba perdida en sus pensamientos. Le tomo la mano para llamarla. 

Kurapika bajo la mirada, apago la estufa, parecía un zombie. Sonrió —lo siento. No es nada— dijo antes que le preguntará. Lo tomo en brazos y lo sentó en la mesa y le dio a probar las frutas cocidas con especias que estaba preparando —cuidado esta caliente. 

Rois sopló con cuidado y le dio una mordida, alzó dos dedos y le hizo una seña. —Saben bien. 

Ella le acaricio el pelo y jugó un rato, ese color era muy hermoso, se animo de verlo —dime ¿Qué me ibas a pedir?

El chico se emocionó. —¡Permiso! Quiero ir a comprar al pueblo— Kurapika confirmo el tiempo, a esta hora no habían muchos pescadores. —Puedo llevar a Kuina, estas distraída. Cuidaré bien de mi hermana. 

Que irresponsable de su parte preocupar a los niños, asintió. Fue a por el bolso de Rois, le hecho un pequeño monedero, le entrego un cuchillo mariposa en sus manos —ya sabes para que es— no dejes que tu hermana compre muchos dulces, se le van a carear los dientes y es muy doloroso— le advirtió. Y por ultimo le dio un par de sus chicles favoritos. —Vuelvan antes del almuerzo.  

Aprovecho la ausencia de los niños para llorar y sacar toda la angustia acumulada antes que volvieran y revelar que le pasaba algo. 

Rois llevo diligentemente a su hermana de la mano pero en el pueblo se separaron porque los dos querían ir a ver cosas diferente, uno fue a la juguetería y Kuina fue a ver a la florería. La niña estaba camino a su destino de interés cuando vio algo que le llamo la atención, unos zapatos negros de gran tamaño, con tacón de aguja, sonrió fue hasta donde fue que los vio. La niña tenía una vista privilegiada, desarrollada por sus viajes al bosque para ir a jugar. 

Camino hasta al lado del aserradero y fue a ver si se podía llevar esos zapatos, lastima que tenían un dueño, se agacho al ver a este desconocido, nunca había visto a este hombre antes en la isla. La niña masticó el chicle mientras fue por una vara, parecía alguien muerto, de hecho no lo veía respirar, necesitaba esa vara para hacer magia. Alzó la vara como si fuera un palo mágico, y lo dejó caer con toda su fuerza sobre el hombre bello que encontró tumbado. 

Lo golpeó varias veces pero no despertó. 

Kuina se sentó y arrojó la vara lejos de ella —no era una vara mágica— malhumorada saco de su bolso un celular de juguete, e hizo funcionar las melodías de este, la niña comenzó a hablar sola con su teléfono. Llamaba a emergencias para reportar que había alguien gravísimo tendido en el suelo. Kuina montó todo un drama como una persona que estaba en un verdadero aprieto, todo como si fuera un accidente real. —Un hombre hermoso con bonitos zapatos se muere ¡Alguien haga algo! ¡Mi mamá lo curaría de inmediato! ¡Es una emergencia!

Como el juego acabo dentro de unos minutos, después fue a buscar un papel de aluminio a un puesto, por supuesto primero debía encontrarlo y comprarlo. El hombre tendido había despertado al primer varillazo que la niña pequeña de dos años le dio, pero curioso por ver que tremendo golpe fue dado solo por una niña pequeña que comenzó a jugar inocentemente con él. Un desconocido cualquiera, empezó a divertirse, además le gustaba actuar. Conoció a un niña con la fuerza de un luchador que le dijo hermoso y que le gustaban sus zapatos como no le iba a caer bien, la niña tenía buen gusto y alguien fenomenal detrás de ella que la estaba entrenando a tan corta edad.

Cadenas del corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora