Al entrar a mi casa, el primero en recibirme con saltos, ladridos y una colita moviéndose sin cesar fue Morris. No se escuchaba ningún otro ruido, por lo que me supuse mi madre no había llegado aún, así que hice lo que todos los días cuando ella seguía en el trabajo. Me dirigí hacia la cocina, abro el refrigerador para agarrar el contenedor correspondiente a mi comida, la calenté, le serví croquetas a Morris y me dirigí hacia mi habitación. Me sentía cansada y aún con un pequeño dolor en la cabeza, pero estoy segura de que el medicamento combinado con una ducha caliente y una siesta me ayudarán a sentirme mejor.
Al entrar a mi habitación me di cuenta de lo oscura que estaba por tener las cortinas cerradas, así que coloqué mi plato de macarrones con queso sobre mi escritorio y fui directamente a abrirlas. No me gustaba hacer parecer mi habitación tétrica y deprimente, siempre las tengo corridas, pero después del pequeño incidente con Mason al verme bailar decidí ocultarme.
Tomé cada pedazo de tela entre mis manos y los recorrí hasta que la luz del sol entró por mi ventana, aunque cuando bajé la mirada del cortinero me di un buen susto al ver a Mason delante de su ventana.
Lo primero que pensé fue en tirarme al piso, pero ni siquiera pude volver a hacer el ridículo ya que Mason me sonrió y levantó una mano en forma de saludo. Quería reaccionar y devolverle el saludo para no parecer una tonta, aunque en lugar de eso me hice a un lado y choqué mi espalda contra la pared. En pocas palabras, me volví a esconder.
Mi corazón palpitaba como un loco, no sé si de emoción o miedo al verlo. Necesitaba un momento para calmarme y tener el valor suficiente de volver a mirar por la ventana para saber si ya se había ido, pero Morris fue mucho más rápido que yo y pronto se apoyó sobre el marco de la ventana, quedando parado en dos patas y comenzando a ladrar eufóricamente.
- Morris, no, shhh- trato de calmarlo, pero siguió ladrando más fuerte. -Morris, basta.
Nada servía, pareciera como si no me escuchara y lo único quisiera fuera comerse a quien tenía en frente.
- Morris, ya basta- me giro hacia la ventana y tomó al can entre mis brazos.
Una pequeña voz me decía que no levantara la cabeza porque si lo hacía me arrepentiría toda la vida, pero esa advertencia la hice a un lado y poco a poco fui subiendo la mirada hasta encontrarme con Mason, quien sostenía entre sus manos un cuaderno con unas palabras escritas en marcador negro.
Nuestras casas tenían una distancia decente, pero incluso con eso y algunas ramas del árbol entre nosotros pude leer lo que decía.
"Hola, Jordan."
Me quedé sorprendida ante su original forma de comunicarse conmigo, lo mejor fue que los nervios que recorrían mi estómago habían desaparecido, por lo que bajé a Morris y le hice una seña a Mason para que esperara un momento mientras buscaba un cuaderno y un marcador negro. Rápidamente fui hasta mi escritorio, abro el cajón derecho y saco todo lo necesario antes de volver a la ventana. Busqué una hoja en blanco y comencé a escribir.
"¿Cómo sabes mi nombre?"
Mostré el mensaje y Mason escribió al instante.
"Has sido mi vecina por doce años."
No pude evitar cerrar los ojos avergonzada por tan obvia respuesta, pero en cuanto los abrí ya había otro mensaje.
"Además, tu mamá y la mía son mejores amigas y ella siempre habla de ti."
"Por favor dime que nada vergonzoso."
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Un día para recordar (1)
Ficção AdolescenteLos amores platónicos van y vienen, a veces te gusta una persona y al día siguiente otra, pero eso no importa porque tienes la certeza de que nunca lo vas a conocer, al menos no realmente. Claro que ese no es mi caso. Mis sueños, mis suspiros y mis...