Capítulo XXVII: "Ravna, mi consejera"

7K 815 255
                                    

Arlan llegó muy temprano por la mañana, al igual que el resto de los generales que, junto a los príncipes, comandaban el primer y segundo regimiento de Vergsvert, quienes serían los encargados de la conquista de Vesalia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Arlan llegó muy temprano por la mañana, al igual que el resto de los generales que, junto a los príncipes, comandaban el primer y segundo regimiento de Vergsvert, quienes serían los encargados de la conquista de Vesalia.

Luego del desayuno, todos se reunieron en el gran salón. A Karel le habría gustado ver también allí a Lysandro, pero al parecer, Jensen no consideró ir acompañado de su escudero a la reunión.

Su hermano Viggo, en cambio, se presentó con un extraño personaje que acaparaba las miradas de los presentes.

No eran sus rasgos los llamativos. El cabello y ojos castaños no tenían nada de particular, eran los comunes de la región. Lo que hacía destacar a la mujer era su atuendo y el significado que tenía. Vestía una túnica de tela rudimentaria, sin teñir, amarrada en la breve cintura por un cordón igual de simple. Los brazos descubiertos estaban adornados por una profusión de símbolos extraños; en sus muñecas, tobillos y cuello llevaba adornos con piedras de colores, dientes de animales, huesos y otros elementos, algo escalofriantes. En el cabello tenía muchas delgadas trenzas tejidas con hilos de colores, broches y plumas.

Era una bruja vesalense.

Los coroneles y el general Jensen miraban a la pareja, inquietos. Axel no parecía sorprendido, por tanto, Karel dedujo que ya conocía a la acompañante de Viggo. Debió llegar entrada la madrugada, pues no la vio en el recibimiento ni después de la cena.

—Permítanme presentarles a Ravna, mi consejera.

A las palabras de Viggo siguió un silencio tenso. Todos lo pensaban, no obstante nadie se atrevía a decirlo, hasta que Jensen tuvo la voluntad para poner en palabras la desazón de los reunidos:

—Disculpadme, Alteza, pero, ¿cómo es una vesalense vuestra consejera?

—¿Y por qué no? Ravna conoce la región mejor que nadie, nos guiará en nuestra conquista.

—Viggo, creo que lo que inquieta al general y también a mí es ¿qué garantías tenemos de que ella es de fiar?

Al parecer, el primer príncipe no esperaba la intervención de Karel, porque lo miró con extrañeza antes de contestar.

—La garantía soy yo, hermano. Doy fe de ella y de su lealtad incondicional hacia mí. Ravna tiene mucho tiempo a mi lado, aunque solo ahora haya decidido aparecer frente a ustedes.

Ravna no decía nada, miraba a todos con unos ojos oscuros y penetrantes, carentes de expresión, como si quisiera dilucidar lo que se escondía en las mentes de los hombres, pero ella ocultara lo que había en la suya. Karel sentía su savje poderoso, pero salvaje y caótico, no cabía duda de su naturaleza. Sintió curiosidad por descubrir qué la ataba a Viggo y por qué alguien así estaría dispuesta a traicionar a su propia gente con su enemigo.

Jora entró trayendo en sus manos una bandeja con una jarra de vino de pera y varias copas que ofreció a cada uno de los presentes, rompiendo el hielo que se había esparcido en el salón.

El amante del príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora