Al día siguiente, Karel recibió la visita de lara Bricinia, su madre.
La mujer entró seguida por sus doncellas y lo primero que hizo fue abrir las pesadas cortinas de los ventanales. Si no terminó de despertar con todo el alboroto que hizo después de cruzar el umbral, los brillantes rayos del sol, directo en su rostro, lo hicieron.
—Karel, hijo —le dijo su madre al sentarse a su lado en la cama—, levántate, el sol ya comienza a descender. Tu padre dentro de poco iniciará el recorrido por los jardines y quiero que te vea a su lado.
El joven bostezó, tenía ganas de cubrirse el rostro con la manta y de esa forma escapar de la luz del sol y de la insistencia de la mujer.
—Puedo verlo durante la cena, madre.
—Lo harás, pero quiero que estés cuando comience el recorrido.
—¿Por qué? —le preguntó Karel algo irritado.
—Pues porque en ese momento es cuando el rey planifica sus estrategias de gobierno. Escoge a sus consejeros, a sus generales y ministros, destina fondos, planifica leyes —Su madre le arrebató la manta mientras hablaba—. Si estás allí se acordará de ti, te destinará un cargo importante.
—Tengo un cargo importante, madre. —Karel volvió a cubrirse con el otro extremo de la manta—. Soy su hijo, uno de los príncipes de Vergsvert.
Lara Bricinia resopló, comenzaba a impacientarse. Tomó la manta en sus manos morenas, se la quitó y la arrojó a una de las doncellas.
—¿Crees que es suficiente eso? Eres el cuarto en la línea de sucesión y has estado fuera durante mucho tiempo. ¡Arriba, vamos! —dijo halándolo del brazo para que el joven príncipe se pusiera de pie—. Debes fortalecer el vínculo con tu padre, demostrarle cuanto aprendiste en Augsvert, que te has convertido en un gran hechicero y mejor hombre.
A Karel no le quedó más remedio que levantarse.
Su madre era lara de Augsvert, descendía de una de las familias más antiguas e ilustres del reino vecino. De ella heredó el savje que circulaba por sus venas y que le permitía hacer magia y gracias a la familia de ella pudo estudiar en el palacio Adamantino, donde se formaban los mejores sorceres del continente.
De piel bronceada y ojos muy parecidos a los suyos, entre ámbar y verdes, su madre era la actual esposa favorita de su padre, el rey Daven.
La puerta de la recámara se abrió de improviso. Varios jóvenes mozos entraron cargando grandes baldes con agua caliente que depositaron en la tina de la habitación aledaña.
Lara Bricinia se le acercó. Karel dio un respingo cuando ella, con un gesto rápido, empezó a desatarle el camisón.
—Madre, ¿qué haces?
La mujer, aparentemente desconcertada por la pregunta, contestó con naturalidad.
—Te desvisto para que te bañes y vayas con tu padre.
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El amante del príncipe
FantasiaEn un reino cruel donde la homosexualidad está prohibida, el príncipe se enamora de un esclavo. ********** El príncipe Karel, cuarto en la línea al trono, no tiene opción a gobernar Vergsvert, su reino. Cuando regresa luego de completar s...