Capítulo XXIII: "Todo se trata de ambición"

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Segunda lunación del año 105 de la Era de Lys

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Segunda lunación del año 105 de la Era de Lys. Illgarorg, reino de Vergsvert.

Laungerd, más que un palacio, era una pequeña fortaleza. Illagarorg, por estar en la costa oeste, era un sitio propicio para invadir Vergsvert si alguien quisiera hacerlo. Por eso, la ciudad se encontraba rodeada de altas murallas de piedra, reforzada cada tanto con bastiones, al igual que el castillo.

El príncipe, con las manos enlazadas en su espalda, caminaba por el adarve. Desde esa altura podía tener una visión casi completa de su jurisdicción, así como también del mar. En la tarde veraniega, las olas casi no se rizaban, no había viento, pero sí calor y la perenne humedad salitrosa venida de las salinas.

De que alguien quisiera invadir Vergsvert, Karel no estaba seguro. Después de apresar a Vilborg ocurrió el incendio del Dragón de fuego, hallar a Lysandro se convirtió en su prioridad y continuar hurgando en el asunto de las salinas pasó a ser la última de sus preocupaciones. No obstante, tenía bastante claro a esa altura, cuando su padre por fin recibió la aprobación del tesoro para financiar la invasión a Vesalia, de cuál era la verdad.

A pesar de haber servido de parapeto para justificar una guerra y de lo muy estúpido que se sentía, al menos logró darle una mejor vida a los esclavos de las salinas. Impuso horas y días de descanso, tres comidas cuando solo hacían una, vestimenta que les permitiera hacer frente a las inclemencias del tiempo y sacó a los niños, a los ancianos y los enfermos de las jornadas laborales.

Se quedó con menos esclavos trabajando, pero la producción no decayó, por el contrario, hubo un leve aumento.

Con los esclavos de su castillo hizo lo que anhelaba hacer con Lysandro, sentía que una manera de rendirle tributo a su memoria era el darles la libertad que no pudo otorgarle a él.

Sus pasos lentos lo llevaron por el corredor entre las almenas, la mirada verdosa se perdió en el extenso mar mientras el pensamiento vagaba entre lo que había hecho y lo que le hubiera gustado hacer.

El día en que reunió a todos los esclavos de su castillo en la torre central, pudo notar como muchos de ellos temblaban ligeramente. Incluso algunos preguntaron si era que los vendería y de ser así, que por favor no los enviara a las canteras.

Nada más alejado de su propósito.

Los liberó y les dio la oportunidad de marcharse y hacer la vida que quisieran, con la salvedad de que afuera el reino se encontraba a las puertas de una guerra y por consiguiente una inminente hambruna. Así que también les propuso continuar bajo su servicio, pero siendo libres y recibiendo un pago por su trabajo. Ninguno dudó en quedarse.

La noche en la que los liberó no pudo dormir pensando en Lysandro y cómo hubiera sido la vida junto a él y su hermana. ¿Estaría orgulloso de saber que liberó a todos los esclavos que le pertenecían?

Lo buscó durante días enteros en cada taberna, plaza, calle o callejuela de Feriberg. Indagó sin temor a que las personas se preguntaran qué hacía un noble buscando con tanta insistencia a un esclavo de compañía. Recorrió varias veces las zonas boscosas junto a sus hombres; lo buscó hasta debajo de las piedras y por más que trató, no pudo hallarlo. De haber sido un hechicero oscuro, habría usado algún encantamiento prohibido para rastrearlo.

El amante del príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora