Extra de San Valentín: Brianna y Arlan

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Quinta lunación del año 105 de la Era de Lys

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Quinta lunación del año 105 de la Era de Lys. Valle de Rarg, reino de Vergsvert.

Brianna

Cuando el Dragón de fuego se quemó, las esperanzas de volver a ver a aquel hombre del cual no conocía ni siquiera su identidad se volvieron cenizas. Se resignó, sin embargo, a vivir su vida de la mejor manera posible, a tratar de ser un apoyo para Lysandro que se esforzaba tanto en convertirse en un buen soldado y que estaba dispuesto a protegerla.

Y de pronto, Surt cambió los hilos enredando el tejido, dejándolo todo patas arriba. Lysandro le había dicho que alguien preguntó por ella, lo que menos esperó es que ese alguien fuera precisamente el hombre misterioso del Dragón de fuego. Ese que en las muchas noches de intimidad la había tratado como si fuera valiosa, el que le había jurado amarla, el que en alguna ocasión le prometió sacarla de allí y llevarla consigo. Brianna nunca imaginó que ese hombre fuera nada menos que uno de los príncipes de Vergsvert.

—Señora, vuestro baño está listo.

La joven respingó. «Señora.» Tal vez jamás se acostumbraría a esta nueva vida.

Caminó hasta la sala donde la bañera la esperaba llena de agua tibia y perfumada. La doncella se acercó y con movimientos lentos y suaves la ayudó a quitarse la ropa.

Los harapos que llevó mientras estuvo en el Tercer Regimiento ni siquiera sabía dónde quedaron. Ahora sus vestidos eran finos, de telas espléndidas y pesadas, con bordados de pedrería e hilos de plata; la ropa interior delicada, como una caricia que cubría su cuerpo.

Arlan la había enviado a su castillo en Valle de Rarg mientras él continuaba la campaña hacia Vesalia. Ella hubiese preferido acompañarlo en el campamento, no importaba que hubiera sido en su papel de cocinera del ejército. Pero un príncipe era un príncipe y quién era ella para oponerse a su voluntad. Así que no insistió cuando, luego del apasionado reencuentro, él le pidió irse a Valle de Rarg, donde estaría protegida mientras la guerra contra Vesalia se desarrollaba.

El agua tibia se escurría por sus hombros mientras la doncella le tallaba la espalda con la esponja. En el Dragón de fuego también había tenido una criada que se ocupaba solo de ella, de que cada noche estuviera hermosa para los clientes. Brianna cerró los ojos y apartó el mal recuerdo.

Cuando estuvo aseada, la criada la envolvió en una toalla suave que olía a limpio. El vestido que se pondría durante la cena reposaba sobre las colchas de la cama, junto a los pendientes de zafiros y la diadema de oro. Brianna suspiró al ver el atuendo completo, incluyendo las zapatillas de raso y pedrería.

Dócil, se dejó vestir y peinar. Luego de una sexta se miró en el espejo de bronce de cuerpo entero y se halló espléndida, tan espléndida como había lucido en las mejores fiestas donde fue subastada en el Dragón de fuego. Aunque la vestimenta cambiara, el efecto era el mismo, ella estaba deslumbrante. Los cabellos dorados caían en gruesos tirabuzones sobre los hombros desnudos, el vestido le afinaba la cintura debido a la falda voluminosa. Se miró y no pudo sonreírle a la del espejo. De pronto una punzada de miedo le heló el corazón.

El amante del príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora