Capítulo XXV: "Me salvaste"

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Por la mañana se levantó antes del alba, emocionado por la oportunidad que le daba el general

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Por la mañana se levantó antes del alba, emocionado por la oportunidad que le daba el general.

Sin hacer ruido, para no despertar a Jakob que dormía cerca, se vistió con el uniforme de cuero curtido. Se recogió el cabello en una cola alta, se colocó las piezas de armadura, tomó la espada y salió de las barracas rumbo a las dependencias del general.

Cuando llegó este todavía dormía, entonces se dispuso a alistar el caballo, el carcaj con las flechas, afilar la hoja de la espada y preparar el zurrón dónde echaría las piezas cazadas.

Pronto, no tuvo más que hacer y se preguntó si sería correcto entrar en la tienda, después de todo era su primer día como escudero. En ese momento, un soldado se acercó portando una bandeja con alimentos y el muchacho aprovechó para entrar.

Encontró al general ya vestido con su uniforme.

—Creí que tendría que ir a despertarte, muchacho. Ven, ayúdame a cerrar los broches y las correas.

—Lo siento, señor, pensé que todavía dormía —explicó Lysandro, apenado, mientras se acercaba a él—. Su caballo ya está listo; su espada, arco y flechas, también.

—Desayunemos, entonces, ¿o ya lo hiciste?

Los ojos negros del joven vagaron por la mesa y se deleitaron con la vista: huevos cocidos, pan, queso, mantequilla, frutas y vino. El estómago le crujió del hambre. Ese banquete en nada se parecía a lo que a diario le servían, por mucho que hubiera mejorado la comida.

Subió la vista y se encontró con el rostro afable del general. No terminaba de entender por qué lo trataba de esa forma. Le recordó en cierta medida a Karel.

El hechicero siempre fue amable, pero entendía que su actitud obedecía al interés romántico que tenía en él. De no haber sentido deseo no se habría comportado del modo en que lo hizo.

Desde que se convirtió en esclavo aprendió que los hombres siempre esperaban algo; querían algo de él. La mayoría de las veces era su cuerpo, o su atención, o sus lisonjas; sentirse deseados, o simplemente satisfacer la lujuria con él.

Lo más probable era que con el general ocurriera lo mismo, solo que todavía no alcanzaba a ver qué quería obtener.

Mientras comían, Jensen le platicó cómo sería la cacería y cuáles iban a ser sus funciones en ella. Al terminar el desayuno partieron a encontrarse con los príncipes en los límites del campamento.

 Al terminar el desayuno partieron a encontrarse con los príncipes en los límites del campamento

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El amante del príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora