Décimo día de la octava lunación del año 105 de la Era de Lys. Castillo Real, Eldverg, capital de Vergsvert.
—Es una suerte que el embarazo de Jonella haya suavizado la mala impresión que dejaste en lars Hagebak. —Lara Bricinia caminaba junto al príncipe Karel por las galerías del palacio. La radiante luz del día entraba a raudales a través de los cristales coloreados de las amplias ventanas, formaba arcoíris artificiales que madre e hijo atravesaban al andar. Los corredores estaban concurridos por multitud de esclavos, que deambulaban de aquí para allá con los preparativos de la celebración que se llevaría a cabo por la noche, así que a cada momento se cruzaban con reverencias y miradas sumisas.
—Creo que dejé en claro que no me importa lo que mi suegro pueda suponer, madre. —Karel bajó la voz hasta convertirla en un susurro—. Por favor, no insistas, no puedo comprometerme en una guerra para socorrer Augsvert.
Lara Bricinia exhaló exasperada y entrelazó las manos por delante de su regazo.
—Te equivocas con tu decisión de hacer esto solo. Siempre supuse que llegado el momento nos uniríamos. —Después de un rato en silencio, la mujer volvió a hablar en voz muy baja—. Viggo está tan dócil que es sospechoso.
—Tal vez ha aceptado que otro deba ser el rey. Quizás todos deberíamos hacer lo mismo y obedecer el designio de padre.
Lara Bricinia rompió en una primorosa risa, igual a como sonaría un arroyo en el deshielo de la primavera.
—Ese niño no nacerá. Verás que pronto se desatará el caos y tú te arrepentirás de tus malas decisiones.
Karel resopló por la nariz, un poco cansado del tema.
—Mis hermanos mayores no se han sublevado, ¿debo suponer que serás tú quien lo haga, madre?
—Una madre es capaz de todo por su hijo.
Karel la miró de reojo, tenía muy presente las duras palabras que ella le dijo en la casa de Jensen. Él no creía que su madre fuera capaz de arriesgar todo por el bienestar de su vástago.
Ambos se detuvieron frente a las puertas del salón. Lara Bricinia le dedicó una sonrisa llena de dientes antes de girar y continuar avanzando por el pasillo. Karel la contempló un breve instante mientras ella se alejaba.
El día anterior, una vez él cruzó las puertas del palacio real, su madre se mostró la misma de siempre, como si aquella discusión en la casa del general no hubiese ocurrido jamás; sin embargo, el príncipe no la había olvidado y no desperdiciaba la oportunidad de dejarle en claro que él no solicitaría el apoyo del ejército negro de Augsvert y que no se comprometería en la guerra que el reino de su madre tenía con los alferis.
Sus dos hermanos mayores se habían mudado a la corte de Eldverg una lunación atrás, tal como era el deseo del rey. Arlan y él eran los únicos que permanecían en sus residencias habituales y solo se habían trasladado al castillo para participar de la celebración.
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El amante del príncipe
FantasíaEn un reino cruel donde la homosexualidad está prohibida, el príncipe se enamora de un esclavo. ********** El príncipe Karel, cuarto en la línea al trono, no tiene opción a gobernar Vergsvert, su reino. Cuando regresa luego de completar s...