Capitulo XXII: "Era el dueño de su destino"

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Primera lunación del año 105 de la era de Lys

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Primera lunación del año 105 de la era de Lys. Campamento del Tercer Regimiento del ejército de Vergsvert, Feriberg, reino de Vergsvert.

Cuando cruzaron las murallas de madera y piedra, se encontró dentro del campamento una gran cantidad de tiendas distribuidas en un orden simétrico, como si se tratara de una pequeña ciudad con calles repartidas de manera paralela. Varios hombres salieron a recibirlos, todos portaban el mismo uniforme en cuero ennegrecido con peto, hombreras, muñequeras y grebas en acero. En el centro del pecho, la armadura tenía labrada el escudo del ejército de Vergsvert, aquel que le vio portar durante mucho tiempo a su padre: un cuervo con las alas extendidas sobre un par de espadas cruzadas y estrellas.

Los recién llegados desmontaron.

—Enseñadle las barracas —dijo el general Jensen, mientras entregaba las riendas de su caballo a un soldado muy joven y delgado— y que empiece a entrenar con vosotros. Ivar encárgate de él, tal vez aprendas algo y no vuelvas a dejarte vencer por un novato.

Al comentario del superior lo siguieron algunas risas en voz baja y exclamaciones de desconcierto por parte de los soldados que llegaron a recibirlos. Lysandro observó como los ojos de Ivar brillaron con odio antes de inclinarse ante su padre y obedecer la orden.

—¿A qué se refiere el general con que te dejaste vencer por un novato? —le preguntó a Ivar uno de los recién llegados.

El aludido torció una sonrisa.

—Pura suerte que tuvo este de encontrarme con la guardia baja. —Y señaló a Lysandro con la boca—. Pero no volverá a ocurrir, Kol.

El tal Kol se plantó delante de él y dio una vuelta a su alrededor con mirada apreciativa.

—Así que un nuevo soldado, ¿eh?

—Mi padre se vuelve viejo, querido amigo. Tengo la impresión de que si lo exponemos a los vientos de las montañas se irá volando de lo enclenque que es. El general ha dicho que quiere más soldados, pero creo que lo que desea en realidad es quedarse con la hermanita de este. ¿Por qué, si no, traería a un alfeñique a nuestras filas?

Kol resopló con algo de desprecio.

—Durante el entrenamiento de mañana veremos de qué está hecho.

Lysandro, que aún tenía la espada en la mano, la empuñó con fuerza. Antes de seguir a los hombres miró hacia atrás, por donde se había ido el general con Brianna. Una mano se posó en su hombro.

—No os preocupéis. —Era Jakob—. No debéis hacer caso de la mala lengua de Ivar, nada más está celoso porque lo dejasteis mal ante su padre. El general es un buen hombre, no dañará a vuestra hermana.

—Más le vale.

El joven empuñó con más fuerza la espada, lo que no le pasó desapercibido a Jakob, quien le bajó la mano.

El amante del príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora