C A P I T U L O - O N C E

29 5 43
                                    

—Besaste mi nariz— se rió

—¿Estuvo mal?

—No— negó aún puliendo una sonrisa en su rostro— Pero pensé que me lo darías en la frente

Yo sonreí de lado

—Esos son solo de tu padre. Y él siempre será el primer hombre en tu vida

DEREK AINSWORTH. 
SILENCE DE FLOR M. SALVADOR

CAPÍTULO ONCE:

—¿Entonces...?

—¿Te sacaste 11, Killary Kelly Amir Concepción?—mamá me mira molesta

—¡Sí, sí! ¡Por eso pedí ayuda! ¡Y un chico me ayudará! Puede venir a la casa, SOLO si están ustedes. Si no están, no vendrá. Por seguridad—aclaro— Aceptó. Dijo que no habría problema.

Ya había pasado una semana de su propuesta de Milan que recién me acordé de decirle a mis padres. Estábamos ya Lunes 2 de Mayo. Qué rápido eh.

—¿Cuánto cobra?—papá se cruza de brazos

—¿Cobrar?

¿Le tengo que pagar? ¿Me pidió que le pague? 

Piensa, piensa, piensa

—Ah, si—carraspee— Cobra...¿Cómo dijo? Creo que solo veinte dólares por una clase.

—¿Por hora o por clase?

—Por clase. No importa si son dos horas... ¿Cierto?—frunzo el ceño

—Como sea, ya te debes ir

—¿Pero si me dejarán tener tutor?

—No lo sé

—¡Ay, por fa! ¡Ese chico es muy bueno en el colegio! 

«Y muy bueno para otras cosas...»

¡No!

—Está bien, lo supervisaremos hoy

—¡Sí!—dije con una sonrisa

Ellos me miraron, sospechando. Tragué grueso y solo les di un beso a cada uno, tomé mi lazo verde para mi cabello, y salí de mi casa corriendo. 

Corro lo más rápido hacia el paradero donde normalmente tomo carro  para llegar a la escuela. Miro a mi alrededor buscándolo. 

Agarro mi celular para escribirle pero antes de poder hacerlo, lo escucho

—¡Perdón, perdón! ¡Tuve que regresar otra vez a mi casa porque me olvidé traer unas cosas!— dice agitadamente.

El lunes pasado, aparte de hablar sobre que me daría clases de aquellos cursos que saqué mala nota, yo, propuse que después del martes feriado, fuéramos a la escuela juntos. Y él, feliz, aceptó. Así que desde el miércoles de la semana pasada, lo hacíamos. Y hoy no era la excepción.

Debía admitir que venir con él a la escuela me gustaba. Ni en mis más grandes sueños, imaginé esto. Ni siquiera sabía que vivíamos casi cerca. 

Milan se acerca aún corriendo y cuando está cerca mío, me deja un beso en la mejilla y se sube al colectivo para luego ayudarme a mí.

Su beso me dejó procesando. Como todos los que se acostumbra a darme. Un ligero nudo se hace en mi pecho de la emoción. Y mi estómago se siente vacío como si lo hubieran revuelto. 

—¿Cómo amaneciste?— suspira, mirándome, preguntándome lo de todos los días, asegurándose de que no me sienta mal en ningún día según él.

—Bien, creo que bien—digo mirándolo a los ojos

UN ENCUENTRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora