Capitulo 4

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Raquel P.D.V

Había subido a la azotea, era un lugar bastante pequeño que estaba cerrado con varias vallas, era algo oscuro ya que estaba el tiempo nublado. En la azotea se encontraba José, él era un chico de piel morena, bastante frágil respecto a su personalidad, su cabello y sus ojos eran de un color café. Él estaba en el borde de la azotea, había pasado por encima de las vallas parecía que quería saltar pero... le detuve con un grito e intente hablar con él para convencerle de que no lo hiciese. José me pregunto que como supe que él estaría hay, pensé que me había escrito la carta, pero no.

-Había recibido una carta en la que ponía que tenían hablar conmigo. Pensé que la habías escrito tú. -Le conté

-Yo no he escrito nada a nadie, tampoco conté que subiría aquí. Ahora por favor lárgate, no me lo hagas más difícil. -Respondió con algo de temor en sus palabras.

-Se que no quieres lanzarte, así que no lo hagas... hazlo por Leticia. ¿Qué pensaría ella si te viese ahí? ¿No crees que la dolería aunque ya no estuviese entre nosotros? -Le respondí acercándome a él, le extendí mi mano para que no se lanzase. Primero dudo un poco pero pasados unos segundos la agarro.

-Gracias, no había pensado en cómo se sentirían los demás. - Contesto abrazándome - Vámonos, no quiero seguir aquí.

Fuimos hacia la puerta para salir, no abría. Era una puerta bastante antigua pero nunca se había atascado, tampoco es que hubiese subido mucha gente. Intenté abrirla con la llave por si alguien la había cerrado por el otro lado pero tampoco, era como si algo o alguien hubiera obstruido la puerta impidiendo que saliésemos, alguien que sabía que estaríamos aquí. Junto con José, empezamos a gritar pero nadie nos escuchaba... intentamos mandar un mensaje o simplemente llamar a nuestros compañeros de clase pero no había señal. Estábamos completamente solos, hacía algo de frío aquí arriba.

Pasaron las horas y seguíamos ahí; sin comunicación, con el frio y algo de oscuridad... se estaba haciendo de noche. Nadie vino a ayudarnos, ni se había preocupado de que no hubiésemos estado en el funeral. De repente sonó un fuerte golpe en la puerta, no quise acercarme ya que me había asustado bastante... aunque pareciese una chica dura, me daban miedo los fantasmas o cosas por el estilo, cualquier cosa por rara que fuese me asustaba. José se fue acercando a la puerta, estaba algo asustado ya que le temblaban las piernas. Cuando ya estaba cerca de la puerta, volvieron a sonar golpes, esta vez fueron dos aun más fuertes. A José se le palideció la cara, estiró la mano para intentar abrir la puerta y... se abrió. No había nada detrás de ella, solo oscuridad, se podían ver las escaleras con la poca luz que había. El instituto ya estaba apagado y todos estaban en casa. ¿Tal vez nos abrió la señora de la limpieza? Pero... ¿Por qué habría dado golpes? No, seguramente no fue ella. Me levanté para ir junto a José y salir de ahí, bajamos las escaleras con solo la iluminación de una bombilla que estaba a punto de fundirse, a mitad de camino la bombilla se fundió y quedamos en una completa oscuridad.

-Por favor, dame la mano. Me da miedo la oscuridad. -Le dije a José pero no me respondió. - José ¿estás bien?

Hubo un silencio... fui pasando las manos en busca del cuerpo de José, sólo podía sentir la pared y las barandillas de la escalera. De repente, conseguí tocar un cuerpo. Estaba bastante frio. Podría decir que estaba hasta helado...

Doce gotas de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora