Capitulo 11

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Sonia P.D.V

Estaba entre los brazos de Tobías, ese cristal me había juntado a él. Me daba igual si hubiese explotado frente a nosotros, ya estaba feliz solo por el hecho de que me salvó la vida. El cristal no había explotado, solo tenía grandes grietas. Grietas que tenían forma del número ocho. No sabía que significaba, tal vez era pura casualidad.

-¿Estás bien? –Me pregunto Tobías mientras me soltaba poco a poco.

-Sí, solo ha sido el susto. – Pero no me sueltes, por si acaso. Puse cara de pícara.

-Me tengo que ir. Ten cuidado al entrar. –Dijo señalando las grietas.

-Espera, se que sonará tonto pero... ¿puedes ver el ocho que forman las grietas? O me estoy volviendo loca. –Le pregunte mientras movía el dedo formando círculos en mi cabeza simulando locura.

-¿Qué? Me da que si te estás volviendo loca, ve al médico a ver si te has clavado algo y te ha afectado, anda...  -Dijo con tono burlón mientras me sacaba la lengua. –No enserio, no veo nada.

-Vale... supongo que será mi imaginación. Hasta mañana. –Me despedí agitando la mano.

Tobías se dio la vuelta y se fue de camino a su casa. Él no vivía cerca de mí, es más, su casa estaba en dirección contraria. Abrí la puerta del portal poco a poco para que no se rompiese el cristal. Conseguí abrirla del todo pero unos gamberros lanzaron una pelota o algo y rompieron el cristal. Uno de los cristales me atravesó la rodilla formando un gran agujero, caí al suelo del dolor. No tenía nadie para que me ayudase. Agarré el teléfono, sin dudarlo dos veces le llame. El teléfono sonaba y sonaba pero no era cogido... El suelo se estaba llenando de sangre y no pasaba gente en ese momento. Llame por última vez y me lo cogió.

-¿Hola? ¿Qué quieres ahora Sonia? – Contesto una voz masculina.

-Necesito que vengas por favor, ayúdame. –Le dije con lagrimas en los ojos, obviamente el no me podía ver, pero no podía contenerlas. El dolor era demasiado fuerte como si te tirasen acido encima de la pierna.

-Está bien, ya voy... ¿Dónde estás?-Contesto.-Calma Sonia, ya voy para allá en cuanto me digas donde estas.

-En la puerta del portal... Ven rápido, por favor. Me está sangrando la pierna a más no poder. –Le supliqué y me colgó.

Supuse que ya vendría, cada vez el dolor era más intenso. Pude ver como ya venía, a lo lejos podía verle correr hacia mí. No pude aguantas mas el dolor y caí desmayada en el suelo. Todo se volvió oscuro, pude escuchar como él me llamaba pero, no podía responderle. Pasaron horas, desperté en una sala pequeña, blanca y con poca iluminación que llegaba de las ventanas. Desperté en una cama con dos mantitas que tapaban todo mi cuerpo excepto uno de mis brazos y cabeza. Mi pierna ya no me dolía, sin embargo, tenía una vía atravesando una de mis venas. ¿Me había llevado al hospital? Nadie estaba junto a mí en la sala, las camillas estaban vacías. Volví a cerrar los ojos para intentar descansar un poco más y esperar si alguien entraba.

Doce gotas de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora