Una locura

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Había salido del hospital después de rayos. Iba a cometer una locura, pero... eso no importaba, quería hacerlo e iba a hacerlo.

Entré sin pensar en la agencia de viajes, tomé un número para que me atendiesen. Aguardé sentada en una silla de plástico hasta que, luego de un largo rato de espera, me llamaron.

—Hola, señorita. ¿Qué andaba buscando? —me atendió una mujer que tenía aspecto de unos sesenta años. Su rostro poseía una expresión dulce, con sus gafas redondas.

—Quería averiguar sobre los próximos vuelos que había con destino a España.

Mis manos sudaban y temblaban. 

—Ajá, veamos qué podemos encontrar... —buscó en su computadora—. Hay un vuelo para dentro de una semana, si lo que te interesa es irte lo antes posible.

Asentí con la cabeza.

—Bien, ¿irás sola o con acompañante?

Esa pregunta... tenía el efectivo suficiente para comprar seis boletos, pero no sabía qué hacer, no estaba pensando con claridad.

—Seremos seis.

—Bien, ¿los quieres tramitar ahora? También podrías ver hoteles así ya tienes todo sacado.

—Sí, quiero tramitarlo en este momento.

La señora, cuyo nombre era Celeste, comenzó a sacar los pasajes de avión y a hacer las reservas en los hoteles que se encontraban más cerca de donde se realizaría La Voz.

Los boletos eran para mi madre, James, Harry, Lee, Kate y yo. Sabía que a ninguno le agradaría la idea de que yo haya hecho esto, menos a escondidas. Pero también sabía que no me habrían dejado hacerlo, así que tenía que venir sola. Ahora, quien quisiera podría acompañarme. Era consciente de que era una locura, pero estaba arriesgando para vivir, para cumplir uno de mis sueños de la lista, y eso era todo lo que en ese instante me importaba.

Tras llegar a casa —donde no había nadie, por mi suerte—, subí a mi cuarto, lo acomodé un poco y puse mi móvil apuntando con la cámara a mí y a mi guitarra.

Iba a grabarme para mandar mi audición a La Voz. Me filmé tocando una de mis canciones favoritas de toda la vida: Stone Cold, de Demi Lovato. La había practicado cada día cuando la casa estaba a solas. Me dejé fluir, mis dedos tocaban las cuerdas y mi voz emanaba libre desde mi garganta.

Habré grabado alrededor de once veces, pero al final logré la entonación perfecta a la que quería llegar. Satisfecha pero nerviosísima y comiéndome las uñas, adjunté al mail mi video y lo envié. Ya estaba hecho. Solo quedaba esperar a que respondieran mañana por la tarde si estaba dentro. Esperaba que así fuera, ya tenía todo, solo faltaba hacer la valija.

Unos minutos después escuché que la puerta de mi habitación se abría. Era mi madre, que recién había llegado de trabajar. Salimos juntas a comer algo por ahí; había estado tan ocupada que olvidé almorzar.

—Mamá, esta noche... ¿Puedo invitar a James, Harry y Lee a cenar? Debo hablar contigo, Kate y ellos de algo importante —pregunté mirando hacía cualquier lado. No podía sostenerle la mirada.

—Claro, querida, invítalos. ¿Me dejarás intrigada hasta esta noche para saber qué sucede?

—Lo siento, mamá, tendrás que esperar —no sabía cuál sería su reacción. Sentía temor por descubrirla.

Comimos una ensalada entre las dos y de postre ella se pidió una mousse de chocolate. Deseaba pedirme una también, pero no quería descomponerme del estómago, no ese día.

El sonido de un sueño (¡Disponible en físico!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora