Ya llevaba varias semanas de tratamientos, donde conocí a Kate, quien era dos años mayor que yo. Tenía cáncer en el corazón bastante avanzado; no le quedaría mucho tiempo de vida si no recibía un trasplante, pero las dos manteníamos la esperanza de que todo saldría bien.
Su cabello era como el sol, dorado y ondulado, y brillaba a la luz del día. Sus ojos eran de un tono chocolate, parecidos a los de mi madre. No sé por qué, pero su persona me hacía recordar el olor a miel. Era tan dulce y a la vez tan atrevida con sus charlas... Sin duda me la pasaba de maravilla a su lado.
Kate hacía más corta mi estancia allí, nos pasábamos las horas hablando de nuestros libros y pelis favoritas, de nuestros amigos... también le platiqué de James. Ella me contaba anécdotas de cuando era pequeña y de su novio Lukas. Sus historias eran fascinantes, me hacían recordar a papá. Ojalá cuando tenga hijos pueda contarle fábulas tan increíbles y deslumbrantes como las de Kate y de mi padre.
—¿Así que no piensas decirle a James que te gusta? —me preguntó mirándome de reojo con una sonrisita traviesa que conocía muy bien.
—Claro que no, Kate, mi relación con él está bien así —no podía evitar jugar con mis dedos debido a mi nerviosismo.
—No puedes ocultarlo por mucho tiempo más. Además, siendo que eres una persona que tiene cáncer, que no sabe cuánto tiempo puede quedarle, date el lujo de arriesgar y ver qué pasa, solo así podrás guardar momentos que te hagan recordar la vida como algo bonito, aunque nos haya tocado cargar con esta mierda de enfermedad —tomó mi mano.
—Creo que sería mucho peor perderlo en estos momentos, es una de las razones por las que sigo sonriendo, no sé si podría hacerlo sin él.
—¡Abre los ojos, Angie! El chico moría por besarte aquel día, los amigos no hacen ese tipo de cosas. Piénsalo —abrió los ojos.
—Sí... supongo que los amigos no hacen eso, pero veré que pasa, ¿sí?, antes de cometer una estupidez.
Kate asintió con su cabeza y continuó leyendo la novela.
Al salir del hospital pasaría a recogerme Harry. Dijo que quería enseñarme algo que me gustaría.
Cuando divisé un auto azul, salí a la calle para subirme. El carro tenía olor a vainilla. Necesitaba ese perfume para el mío. Ya.
—¿A dónde iremos? —pregunté inquieta mirando el paisaje por la ventana.
—Dejará de ser una sorpresa si te lo digo, Angie. Llegaremos en unos veinte minutos —sonreía cual niño.
Me moría por saber a dónde me llevaba. Pasamos por lugares que, la verdad, nunca había visitado. Salimos a la autopista, donde solo había paisajes de árboles, campos, algún que otro caballo, ovejas y vacas. Amaba eso, era una de las cosas que me gustaban de viajar en coche, pero ya no lo hacíamos a menudo con mamá.
Bajé la ventanilla un momento para poder sentir el aire sobre mi cara, que hacía volar mi cabello, cerré los ojos y disfruté un rato de ese placer de la vida, mientras Harry manejaba concentrado en la ruta que recorríamos.
Como me había dicho, luego de unos veinte minutos de viaje, llegamos a un pueblo bastante chico, con muchas casas y un pequeño centro comercial. También podía verse un lago de un buen tamaño, donde había gente ejercitándose, parejas de picnic y grupos de chicos jugando con su pelota. Una hermosa imagen para dibujar luego, cuando llegara a casa.
—Te presento mi pueblo, donde vivía antes de mudarme para poder cursar la preparatoria. Se llama The Paint City.
Curioso nombre, pensé.
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El sonido de un sueño (¡Disponible en físico!)
Novela Juvenil(¡¡DISPONIBLE EN FÍSICO!!) Luces resplandecientes en la Ciudad del Amor, confesiones inesperadas, pintura entre manos, corazones rotos, canciones que mueven el alma y aprender a valorar la vida. Eso es lo que este alocado cambio me hizo vivir. Y no...