Los niños

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Mis párpados se abrieron a eso de las cinco de la mañana. No pude seguir descansando desde entonces.

Después de pasarme una hora dando vueltas en la cama sin parar de pensar, con mil ideas en mi cabeza, decidí salir de allí, aunque todos estuviesen dormidos.

Me vestí con unos vaqueros azules y una camisa blanca larga. Esta vez no me quise poner la peluca. Agarré mi laptop del escritorio que había en el cuarto, auriculares, mi móvil y salí decidida.

Mi estómago rogaba que lo alimentase, pero al ser tan temprano, no había nada abierto aún.

Caminé un largo trecho hasta llegar al parque de la zona. Me senté en una de las mesillas que había en abundancia. Empecé a escribir en la computadora, volqué todas mis ideas, traté de expresarme creativamente para hacerlo algo interesante... Mi mente volaba y mis dedos escribían con mucha rapidez, para que ningún detalle se me escapara.

No sé cuánto habré estado ahí. A medida que el tiempo pasaba, más personas aparecían: algunas madres con niños que ansiaban jugar en los columpios, adolescentes paseando con sus perros, adultos trabajando en las mesas. Cada uno en su mundo, con sus sensaciones, pensamientos y sentimientos.

No me arrepiento de haberme desvelado a esas horas tan tempranas, había valido la pena. Iba a tener un poco más de cansancio en el día, pero eso no importaba. El viento helado que soplaba ya no me afectaba, estaba sumergida en mi imaginación.

Alguien tocó mi hombro y me hizo saltar de mi asiento. Detrás de mí vi a Harry.

—¡Casi me matas de un susto, Harry! —mi corazón latía a mil por hora.

—Y tú también nos hiciste llevar un buen susto cuando vimos que no estabas durmiendo plácidamente en tu cama, Angie. Llama a tu madre, que por poco le agarra un ataque de pánico.

—Lo siento. —Encendí mi móvil y recibí diez llamadas perdidas de Kate... Ups.

Marqué y le avisé que estaba con Harry. Volvimos juntos, charlando. Me preguntó sobre qué estaba escribiendo, pero me limité a decirle que era solo un bosquejo de ideas sueltas... que cuando lo terminara se lo mostraría.

Quedamos con Kate en que nos encontraríamos en Sirena's para desayunar antes de recorrer un poco más la ciudad.

Cuando llegué, mi mamá salió disparada en mi dirección. No sabía qué me esperaba, si gritos y vergüenza o apretujones y lloriqueos de su parte.

—¡Mi niña! ¡Te has ido sin avisarme! —apretó mis cachetes y los besó.

—Lo siento, mamá. No volverá a pasar.

—Olvídalo, ya estás aquí, entera. Te hemos pedido medialunas dulces con un café.

—Gracias.

No era lo que habría ordenado, pero con eso estaba más que bien para aguantar hasta el almuerzo.

Íbamos en camino para visitar La Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia. El lugar era increíblemente gigantesco. Su estructura era de metal y con numerosas ventanas de cristal. Tenía forma ovalada. Moría por entrar, pero lamentablemente ese día estaba cerrado. Igualmente nos quedamos un largo rato tomando fotos y mirando expectantes.

Ya que estábamos por ahí, decidimos pasear y conocer la zona. Cada pequeña parte era increíblemente hermosa, y sentía que cada uno de esos sitios eran especiales y tenían una historia mágica por conocer.

Había unos puestos artesanales. Vendían ropas bordadas a mano, joyería extremadamente bonita y delicada. Me quedé enamorada de un anillo que había encontrado en una tienda: tenía la forma de una ola de mar. Lee me acompañaba mientras admiraba todo ese arte.

El sonido de un sueño (¡Disponible en físico!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora