Papá, Ahí voy por mis sueños

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Mi alarma sonó a las tres de la mañana. ¡Ya era el día! Papá, ahí voy por mis sueños.

Salté de la cama y fui directo al baño para darme una ducha caliente. Sentía cómo el agua se escurría por mi cuerpo, la espuma que generaba el shampoo. Necesitaba relajarme y la ducha era la mejor opción. Nunca había viajado en avión, y se me ponían los pelos de punta al pensar en eso. Con lo que le pasó a papá... no quería ni poner un pie dentro de esa cosa.

Salí de la bañadera chorreando, me sequé con mi toalla y peiné mi poco cabello, que había crecido. Agarré la ropa que había dejado separada la noche anterior sobre mi escritorio. Se trataba de un mono floreado con una camisa blanca de abrigo y mis botas preferidas con peludito por dentro.

Bajé mi maleta, la cual pesaba treinta toneladas, y mi bolso de mano, que no se quedaba atrás en cuanto al peso. Mi madre ya estaba lista para salir por la puerta delantera. Se tomó muy en serio lo de madrugar, quizás no había podido ni dormir.

Cargamos el equipaje en la parte trasera del auto y emprendimos camino. Pasaríamos a buscar a James y a Kate para llevarlos al aeropuerto. Antes de arrancar el coche, me quedé observando mi casa, mi hogar. Tal vez fuera la última vez que estuviera allí. Así que agradecí por todo lo que ese lugar tan mágico y bonito me había brindado, dejando mi corazón calentito. Fue donde crecí, donde conocí a bellas personas que marcaron mi vida. Adiós Portland, adiós a mi vida.

James salió de su casa a toda prisa cuando sintió el claxon del carro. Su pelo estaba un tanto enredado, más de lo normal, su ropa era formal, como nunca, y en su mirada se notaba lo alegre y asustado que estaba a la vez.

—Familia madrugadora, ¿eh? —dijo James al meterse en el vehículo— ¿Fui el único que no logró dormir?

—Nadie pudo cerrar los ojos anoche —mi madre me miraba.

Hicimos un par de calles más y llegamos a la casona de Kate. Me había comentado que su familia era adinerada, pero no pensé que tanto. Su casa era una mansión, deseaba entrar alguna vez. Tenía doble piso... ¡ocupaba media manzana! Era de color blanco amarronado. Y por la gran puerta principal vi a Kate despedirse de sus padres. James la ayudó a cargar sus bolsos.

—¡¿Emocionados?! —fue lo primero que dijo mi amiga al subir al auto.

—¡Muy! Pero también admito que estoy aterrada —confesé.

—Todos lo estamos cuando es nuestra primera vez en un avión. Pero ya verás, te encantará, Angie.

Decidí hacerle caso. Cerré los ojos y respiré lentamente para bajar los decibeles.

Mi madre aparcó el coche en el estacionamiento, bajamos los cuatro juntos y entramos en busca de Lee y Harry.

El aeropuerto era gigantesco. Nunca había entrado, que yo recuerde. Vivía en Portland desde que tenía memoria, el lugar quedaba a unos minutos de casa, pero jamás había ido; nunca me había generado curiosidad como para ir a conocerlo.

Mi padre era quien se subía cada semana a una avioneta. Trabajaba en el exterior. Recuerdo que lo extrañaba toda la semana. Y cada viernes lo esperaba en el porche de casa. Cuando llegaba corría hacia sus brazos y él me alzaba sin ningún esfuerzo. Cuando lo hacía, sentía que volaba.

Tenía miles de libros, libretas y peluches que me había traído de sus viajes. Me emocionaba tanto con los regalos... cualquier cosa que me obsequiara me encantaba, y de inmediato jugaba con ello, o leía, si era un libro.

Encontramos a Lee y a Harry en una cafetería, tomando un café con medialunas... mmm. Conversaban muy alegremente, pero cuando Lee me vio llegar corrió a toda prisa y me envolvió fuertemente de la emoción.

El sonido de un sueño (¡Disponible en físico!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora