Music to my eyes

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¿Pueden creer que en ese momento estaba en el lugar donde se llevaba a cabo La Voz, ensayando con la banda, cuando hacía meses atrás les contaba que era un sueño imposible de cumplir? Las vueltas de la vida, ¿no?
Sí, allí me encontraba, en el gran escenario donde cantaría esa misma noche, con el lugar repleto de espectadores y los cuatro famosos en las sillas que ahora, estoy viendo delante de mí vacías.
A la banda le había pasado mi canción al contestar el mail de aceptación, tal como lo solicitaban para tenerla preparada para el momento del ensayo.
Gracias a la acústica espectacular del lugar, mi single sonaba impresionante. La sonrisa se me escapaba. Me imaginaba más tarde ahí, sobre ese escenario y a todas las personas escuchándome.
El ensayo duró tres horas, conocí a todos los cantantes que se presentarían. Éramos siete participantes por noche. Hacía unos cuatro días que había arrancado el programa, y ahora me tocaba a mí.
Todos eran realmente buenos, y eso me asustaba más y más. Sabía que yo también tenía mi talento, pero había chicos cuyas voces parecían dotadas por un ángel.
Salí de allí acompañada por mi madre y James, el trío dinámico de siempre. Solo les permitieron entrar a dos. Los demás estaban en el bar de abajo esperando a que saliese. Mi mamá, orgullosa de su hija, les mostró el video de la práctica a Lee, Harry y Kate. No pararon de idolatrarme. Mi sangre subió a mis mejillas, delatando mi vergüenza en ese instante.
Yo solo miraba hacia arriba, desde donde sabía que mi padre me estaba observando. Sin él jamás me hubiese animado a cantar en público.
Recuerdo ese día con lujo de detalles. Era pequeña, tenía nueve años. Siempre cantaba, a toda hora, y mi padre me acompañaba en las melodías de vez en cuando. Me decía que anhelaba que cantase con él en alguno de los shows que tenía los viernes por la noche. Yo también lo ansiaba, pero al pararme con un micrófono frente a personas desconocidas, me bloqueaba, mi voz no salía y me escondía detrás de mi papá. Pero un día, me subió a su carro sin decirme a dónde nos dirigíamos, solo me dijo que quería llevarme a un lugar especial en donde quería que cantara junto a él. No me negué, amaba cantar a su lado.
Entonces eso hizo: me llevó a un sitio hermoso, donde había un escenario gigante con los telones bajos. Su voz se oía y retumbaba por las paredes, yo tan solo lo seguí. Esa tarde cantamos Music to my eyes de Nace una estrella. Era una canción importante para papá, nos la cantaba siempre a mamá y a mí.
Al terminar la canción, mi padre subió el telón y me encontré con más de treinta personas aplaudiéndonos, haciéndonos cumplidos. En ese instante, al ver que a la gente le gustaba lo que hacía, mi vergüenza se fue. Puf, desapareció.
Ese fue el día en que mi papá me dijo que soñaba con cantar conmigo en las hermosas y nevadas calles de España. Que el mundo nos oyera en una mañana fría de invierno y se detuviera a escuchar nuestro canto, para darles algo de calidez en esas temporadas congeladas.
Desde ese momento, ese había sido mi más grande sueño, difícil de cumplir. Más cuando papá murió. Deseaba cumplir nuestro sueño, pero de una manera diferente. Mi objetivo, era cantar en La Voz de España. Y esta noche iba a hacerlo. Por él. Por mí. Por nosotros.
James no dejaba de mirarme con sus ojos brillando. Me abrazaba cada cinco minutos. Creo que él se encontraba más feliz y orgulloso de mí que yo.
—Mi pequeña Angelita. Mírala, ahora está volando en lo alto, ¿la ves?
—Ya cállate, James —me hacía sonrojarme. A su lado, nunca lograba controlarme.
—Apuesto a que te eligen a la primera nota, Angie.
—Claro...
Ojalá fuese así.
—Lo digo muy en serio. Es una canción genial y tu voz... un cañón.
Le agradecí numerosas veces.


A la tarde, acompañada por las chicas, fui a escoger la ropa que hoy me pondría para el espectáculo. No quería gran cosa, solo algo cómodo, normal. Algo como yo. Con mi estilo.
Kate y mi madre no dejaban de traerme prendas al vestidor. Lee era más bien la encargada de la crítica de lo que Kate y mi mamá me llevaban.
Me probé vestidos brillantes dorados, rojos, fucsias, amarillos... pero eso era todo lo contrario a lo que yo buscaba. No me encontraba a mí misma en esas prendas. Hasta que lo divisé: un vestido largo hasta los tobillos, color verde como las hojas en primavera, recién nacidas. Tenía diseños de flores por los costados. Era, de alguna manera, perfecto.
Al probarlo, no me quedó ninguna duda. Perfecto. Ese vestido para mí representaba vida, naturaleza... todo lo que quería transmitir en el show. A mi madre y a mis amigas no les resultaba gran cosa, decían que podía encontrar algo mejor. Pero para mí no había uno mejor.
Pagamos y salimos hacia el hotel, para comenzar a prepararme. Mi terror iba aumentando. Solo faltaban cuatro horas.
Lee cumplió el papel de maquilladora. Para las fiestas de preparatoria siempre era ella quien me maquillaba. Ese era uno de sus sueños: ser maquilladora. Y la verdad es que la apoyaba, hacía arte sobre los rostros, como toda una profesional.
Mi madre solo lloraba y sacaba fotos. Esta noche morirá la memoria de su móvil.
Kate me peinaba, intentaba distintos peinados en mi peluca. Realmente se estaba esforzando para que le saliera increíble. Pero en ese momento tomé una decisión:
—Kate, espera —se me quedó mirando aguardando a que hablara—. No iré con peluca.
Se quedó boquiabierta. Reconozco que en todo este tiempo en que no he tenido pelo, no dejé de usar peluca para parecer "normal". Pero esa noche no. ¿De qué servía ponerme un vestido que me representaba si me ocultaba en una peluca?
—Como tú digas, Angie.
Tocaron la puerta repetidas veces.
—¿Puedo pasar? —oí la voz dulce de James.
—¡Claro! —grité, ya que estaba lejos.
Lo vi entrar con los ojos tapados con sus manos, chocándose con la cama y cualquier obstáculo que hubiese en medio.
—¿Por qué cubres tus ojos? —no podía parar de reírme al ver esa escena.
—Emm, no lo sé. ¿No es que no se puede?
—Eso es solo cuando te estás casando, que no puedes ver a la novia con el vestido. Te has equivocado de situación o, más bien, de novia.
Reía avergonzado, tocando su nuca.
—Ah, sí, claro. Eso —al verme, no soltó ni una palabra más. Sus ojitos estaban abiertos de par en par, no pestañeaba.
—¿Tan mal estoy, James?
—¿Qué? ¡No! Estás increíblemente bella, Angie. —Logré quitarlo de su trance, de su bucle de pensamientos— Brillando como la luna.
—Gracias y basta. ¡Me haces sonrojar! —logré hacer tentar a todos por mi tono dramático.
Harry tuvo la misma expresión cuando me vio, un poco menos marcada, pero se veía impresionado.
Antes de salir, mi mamá me tomó miles de fotografías. Le insistí que parase, que no iba a llegar a tiempo.
—¿Qué llevas allí? —preguntó curiosa mi madre al ver algo lila en mi mano derecha.
—A Lumpy.
—¡Lo has encontrado! —brotaban lágrimas de sus ojos oscuros.
—Sí, haciendo la valija. Quería saber si podías tenerlo tú.
—¡Claro! Siempre creíste que tu padre estaba junto a ti cuando lo traías contigo. Y veo que aún lo haces.
Lloriqueé un poco junto a ella. Sorbí mi nariz y nos dirigimos al auto.



¡Era un mundo de gente allí! Me ingresaron por otra entrada, la que era exclusiva para los participantes.
James fue el único que me había acompañado. Lo necesitaba a mi lado en esos momentos. Y creo que de alguna manera él me necesitaba a mí.
Mi turno era el último de la noche. Eso me daba aliento, pero a la vez pensaba que tenía que ser realmente buena para que me escogieran después de haber escuchado a los otros cantantes.
No dejaba de manosear mis dedos nerviosa, escuchando a los chicos que pasaban antes que yo. Una chica llamada Tania... esa voz... tenía un tono especial, imposible que no la eligieran.
James tocó mi hombro.
—Ponerte nerviosa solo empeorará la situación. Confía en tu talento.
Por esto lo necesitaba. Sus palabras de aliento hacían en mí un efecto que no lograban las de otras personas.
—¿Te he agradecido por estar aquí? O más bien por estar conmigo desde siempre.
—Sí. —Tomó mi mano y la miró, jugaba con ella— Si te confieso algo... yo estoy aterrado, quiero que todo salga bien, tanto como tú lo deseas. Pero confío en que lo harás genial, como lo haces todo —sostenía mi rostro entre sus palmas—. Tienes magia dentro de ti. Déjala salir.
Un señor me llamó por mi nombre. En cuanto terminara Tania, seguía yo. Respiré hondo, pensé en jazmines, cachorros, James, en cosas bonitas y que me gustaran, para tranquilizarme y no paralizarme.
—El pelo así te hace ver más sensual y atrevida, ¿lo sabías? Me gusta este estilo.
Mi corazón dio un vuelco, me dejó sin habla. Esas palabras me chocaron. Solo pude bajar la vista para que mis mejillas no me traicionaran, como siempre lo hacían.
—¡Saldrás en un minuto!
AHHH, MIEDO, PÁNICO, TERROR.
—Gánatelos. —James dejó un beso cálido sobre mi cachete, que me dio algo de paz.
Agarré el micrófono. Era la hora de brillar, de ser yo.
Los primeros acordes comenzaron a sonar y me dejé llevar por el ritmo. Canté mi canción:
El tiempo,
la vida,
tú mirándome y cuidándome desde arriba.
Nuestro sueño esta noche se cumplirá,
te sentiré junto a mí,
hoy estoy brillando junto a ti.
Allí en el cielo,
cada noche te veo,
te anhelo,
tan cerca, pero tan lejos,
Un día volveré contigo,
Un día volveremos a ser un nosotros.
Hoy sigo resplandeciendo en la tierra por los dos,
hoy sigo amándote y cantándote,
mirando tu estrella,
deseando estar al lado de ella.
Sentí cómo en la mitad de la canción, uno de los jueces aprieta el botón rojo. Mis ojos no dejaban de arder mientras cantaba. Estaban cerrados, imaginando a mi papá a mi lado, cantando los dos juntos aquella noche tan singular. Nuestro momento.
Luego dos botones rojos más fueron apretados.
Terminé de cantar y todos aplaudían, mi madre secaba sus lágrimas desesperadamente. Me giré hacia atrás y lo vi a James, desbordando. El fondo que habían colocado era de estrellas. No podía ser tan excelso.
—Pues, ¡qué espectáculo! —dijo uno de los famosos, que se encontraba en la silla y no dejaba de sonreír y de mirarme asombrado.
—Gracias.
—Cuéntanos, ¿es una canción propia? —una chica rubia me dirigió la palabra totalmente alucinada.
—Sí, lo es.
—¿Para alguien en especial?
—Sí... para mi padre. Murió hace unos años atrás. Y él ansiaba cantar aquí, en España. Lo estoy cumpliendo por ambos —retuve algunos sollozos ansiosos por salir—. Al... al contraer cáncer y saber que no me quedaba mucho, lo primero que hice fue comprar pasajes a escondidas para poder venir a cumplir este sueño. Este sueño que veía tan imposible.
A los jueces se les escapaban lágrimas de los ojos.
—Estamos tan contentos de que hayas podido hacerlo, animarte. Nos conmueve tu historia y ¡hostia, escuchar tu voz fue un regalo del cielo! Nosotros te agradecemos que hayas comprado esos boletos a escondidas. —La audiencia rio— ¿Y a quién elegirás?
Miré a los tres jueces que se habían dado la vuelta y quise ir con la mujer rubia castaña. Me transmitía algo que no sabía qué era, pero debía ser ella.
—Me iré con... ¡Ginger!
Ginger caminó hacia mi dirección y me apretujó en un abrazo.
—¡Venga, sí que tengo suerte! ¡Gracias por escogerme! —me guiñó un ojo y volvió a su asiento.
Corrí hacia James y él me alzó en el aire. Me colgué de su cuello.
Su sonrisa fue lo que me puso más feliz. Al mirarnos después del abrazo, quedamos a centímetros, como esa vez en el baño de mi casa. Mi pecho latía a mil por horas por la adrenalina y porque estaba muy cerca de mí. Me tomaba firme por mi cintura. Mis ojos bajaban a su boca y luego, subían a sus ojos. Su nariz rozaba la mía, haciéndome cosquillas. Mi mejor amigo parecía asustado, al igual que yo.
—¡Angie! —Kate exclamaba con los brazos abiertos. El momento con James, una vez más, fue interrumpido. La vida no quería que sucediese, eso parecía. Dirigí mi mirada a Kate, quien me besó hasta el último lugar de mi rostro.
Recibí apretujones y besuqueos en abundancia. Fue un momento muy emotivo. Pensaba en papá, en que lo había logrado. Solo podía decir gracias, papá. Al fin y al cabo, nada era inalcanzable. Solo había que lanzarse al vacío con los ojos cerrados, sin pensar de más. Arriesgar.

El sonido de un sueño (¡Disponible en físico!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora