Acompañada de Blank Space, de Taylor Swift, empacaba dos mudas de ropa y también a mi compañera —mi guitarra—. No había podido pegar un ojo en toda la noche, así que me dediqué a eso largo rato.
La otra parte del tiempo, esperé a que se hicieran las cinco de la madrugada para salir. Observé el techo y las formas de la madera, escribí la letra de una canción —la inspiración siempre es mejor a las tres de la mañana—, imaginé estar en mi cuarto de Portland pintando... Cómo extrañaba aquello. También seguí redactando mi historia y me grabé cantando All I ask, de Adele.
El video que había subido ya hacía un mes obtuvo cuatro mil visitas. No lo podía creer. No había tenido tiempo para publicar otro. Igualmente, recién ahí era el momento más oportuno para hacerlo.
—Hola, mi mundo, de nuevo. Muchísimas gracias por todo el amor que le dieron a mi primer video. Espero que puedan perdonarme por no haberles subido nada más. Hoy... no he podido dormir, y qué mejor que estar acompañada con música... Espero que lo disfruten.
Comenzaron a resonar las notas en la habitación. Canté sin importarme lo que me pudieran decir los vecinos del hotel, aunque el miedo a que me echasen me acechaba.
Recibí likes en segundos. A mis amigos de Portland ya los iluminaban los rayitos de sol, así que ellos fueron los primeros. El que me sorprendió fue el "me gusta" de James.
¿Tú también estás despierto?
Le envié un mensaje.
Sí. La noche es joven.
Reí sola.
¿Quieres venir?
No hizo falta que lo leyera. Ya estaba tocando mi puerta.
Pasó y se acostó cómodamente en mi cama. Me senté en canastillas a su lado, con Lumpy, mi elefantito.
—Lo recuerdo. Lo amabas. No lo soltabas ni para ir a la escuela —James se incorporó.
—Sí —reí irónicamente—. Lo había perdido, lo encontré cuando hacía la maleta.
—Ni que lo digas. Recuerdo cómo por tres días no viniste a mi casa a jugar. Me sentía solo —giró su cabeza dramáticamente—. Fueron los peores días de mi vida.
—Ya. —Escuché su risa, mi sonido favorito.
—¿Lista para el viaje? —jugueteó con mis dedos.
—Eso creo...
Nos iríamos al campo de un amigo de James, Nicholas. Habían sido muy unidos en la primaria, pero por trabajo de sus padres, se había mudado a España. No perderían la oportunidad de reencontrarse, así que nos habían invitado a los jóvenes a quedarnos un par de días allí, en su casa.
—Sé que nos divertiremos. Y también tendremos tiempo para estar a solas.
¿Tiempo a solas?
—Pero si ya tenemos tiempo para estar solos. Como ahora.
—Lo sé, pero es diferente. Siento que tu abuela y tu madre me vigilan día y noche —aclaró en susurro, para que nadie pudiera oírlo. Me eché a reír.
—No les prestes atención —dije entre risas.
—Es que cuando quiero besarte, siento que no puedo. Me inhiben, Angie —lo dijo en tono de queja y frustrado. Un acting espectacular—. ¿De qué te ríes? Ven aquí.
—¡No!
Me dejó debajo de él, haciéndome cosquillas a mis costados y en la panza. No paraba de moverme para un lado y para el otro, pero no podía quitármelo de encima. Pude darlo vuelta en un momento en el que se distrajo. Y esta vez yo fui quien atacó.
Terminamos los dos acostados, carcajeando sin parar.
Me giré para mirarlo. Observar ese color azul mar furioso. Tenía los ojos achinados por la gran sonrisa que resplandecía en su rostro. Su belleza me hipnotizaba, era la mejor obra de arte que conocía.
—Y ahora que no están mis dos guardaespaldas... ¿por qué no me besas? —me atreví. Quería besarlo.
Se acercó lentamente. Posó una de sus manos en mi mejilla y otra en mis caderas, tirando poco a poco de mí. Los centímetros sobraban allí, y la cercanía fue cada vez mayor.
Nuestros labios se chocaron. Los suyos sabían a menta, por la pasta dental. James profundizó el beso. Cada vez era más lento, pero también juguetón. Mordía mi labio inferior de vez en cuando; yo lo imitaba, pero mordiéndole el superior.
Notaba que James quería más, pero a mí me asustaba. Él me miró con cautela, esperando mi respuesta. Podía ver el miedo en mis ojos, pero trataba de calmarme con los suyos. Finalmente asentí. No tenía nada que perder y ¿con quién más hacerlo que con el chico del que estuve enamorada casi cuatro años?
Empecé a tirar de su remera para quitársela. Él cedió y levantó sus brazos. Tomó la mía dubitativo.
—Hazlo —le ordené. Ya había tomado mi decisión.
Entonces James obedeció y fue arrastrándola por mi cuerpo lentamente hasta sacarla por completo.
Me admiraba de lejos. La vergüenza me comía, nadie nunca me había visto así.
James se deshacía de sus pantalones, quedando en ropa interior, al igual que yo... Y así fue como, una noche cualquiera, hice el amor con James en España.
Siempre imaginé que mi primera vez sería perfecta si lo hacía con él, pero lo veía imposible. Solo soñaba con eso. Pero qué loco es el futuro, ¿no? Sigan soñando, nunca saben qué sueño se cumplirá.
ESTÁS LEYENDO
El sonido de un sueño (¡Disponible en físico!)
Teen Fiction(¡¡DISPONIBLE EN FÍSICO!!) Luces resplandecientes en la Ciudad del Amor, confesiones inesperadas, pintura entre manos, corazones rotos, canciones que mueven el alma y aprender a valorar la vida. Eso es lo que este alocado cambio me hizo vivir. Y no...