18. Esen.

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18.

Una vez estuve segura de que se habían ido, desvié mi camino fuera de la línea para la que no tenía un pase.

Tuve una hora más caminando hasta el borde de la estación, en ese sector de Senylia no había más que largas pasarelas y más lejos el muro que envolvía la cúpula que conformaba la ciudad, dejando fuera todo intento de vegetación.

Me concentré en mi tarea, una vez llegué al techo del tren subterráneo, contemplé el hueco entre la pasarela que lo bordeaba, y salté, abrí la escotilla que siempre encontraba sin trabas y caí dentro del vagón.

──Por mi Gran Señor.

Giré para encontrarme con Legrás, mi ex compañero dispersó a los tipos uniformados que lo acompañaban, fueron dejando las cajas refrigeradas antes de irse, con cuidado de colocarlas en el resguardo de sus compartimentos en las paredes del vagón.

Cada una estaba lista para traer la sangre de la gente que estuviera dispuesta a vender un poco por un par de monedas.

Ninguno de los uniformados hizo ningún comentario, ni se detuvo mucho tiempo a reparar en mi presencia. Si había algo que aprendías como parte del Cenagal, era a no meterte en los asuntos de tus superiores.

Legrás me observó con ambas cejas en alto, una vez solos revisó su teléfono en el bolsillo del pantalón cargo que portaba como parte del uniforme.

El mismo al que yo había renunciado hace tiempo.

──¿Me enviaste algo? ──preguntó escéptico.

──Estoy sin teléfono, pero necesito que me dejes pasar.

Me hizo una seña para que lo siguiera, una sonrisa cálida se dibujó mientras lo seguía al otro vagón, Legrás tenía el corte al uno reglamentario, una sonrisa blanca que contrarrestaba su piel oscura y no parecía encajar del todo con el sombrío trabajo de despachar el cargamento desde Val Trael.

Pero había elegido eso como una vía de escape al horror de seguir sirviendo en el frente con los demás centinelas, al menos siendo lo suficientemente valiente como para resistir cuando yo había huido.

──Puedes ir con el resto del cargamento, no te recomiendo que vuelvas a venir así, sin avisarme antes.

──¿Por qué?

El acceso brilló con la señalización de su muñeca, cruzamos la puerta y volvió a deslizarse para quedar bloqueada al momento en que pasamos.

──¿Conseguiste el ascenso? ──insistí ante su demora.

──No, pero casi, pasaré a la seguridad privada, estoy muy viejo para esto.

Rodé los ojos ante su dramatismo.

──¿Podrías conseguirme el contacto con tu compañero entonces?

Tras las ventanas solo se veía el gris metálico de las instalaciones, pero sabía que al llegar al agujero todo eso sería reemplazado por el marrón liso de la tierra y las tuberías goteando.

──No lo creo ──Se recostó mientras tecleaba en su aparato──. Estoy entrenando al novato, es como muy... ──Hizo una seña, moviendo la cabeza de un lado a otro como si no encontrara las palabras──. Idealista, cosas en regla y todo eso, me recuerda a ti.

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