05. Raizel | Los infames Karravarath.

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05.
LOS INFAMES
KARRAVARATH.

Estiré las extremidades debajo de las sábanas, embriagada por la colonia en ellas, con pereza, luego volví a hacerme un ovillo.
Busqué mi teléfono, sin encontrarlo por ningún lado.

Me obligué a reincorporarme en la cama, lo conseguí con la lentitud de un moribundo, las imágenes todavía estaban pegadas en el fondo de mi mente.
Reconocí una habitación de tonos azules, entonces me llevé una mano a la cabeza, todavía aturdida por la noche anterior.

Hubiera querido olvidar todo, borrarlo de mi memoria, pero todavía podía escuchar los pasos de Caín, tan lentos como si tuviera la seguridad de que me alcanzaría de una forma u otra.

Puse toda mi voluntad en colarme dentro del baño, una vez frente al lavabo me lavé la cara tantas veces como pude, luego me enjuagué la boca hasta que el regusto al alcohol del enjuague bucal ardió en mi lengua.

Un portazo avisó que ya no estaba sola, con incertidumbre, coloqué una mano sobre mis labios.

Conociendo a Cavale, imaginaba su sonrisa arrogante, esos ojos dispares burlándose de mí.
Cerré los ojos, como si así pudiera bloquear las imágenes de mi cabeza, quise retrasar la vergüenza que le seguiría a nuestro careo, pero Cavale lo apresuró con tres golpes en la puerta.

──Astarte, ¿estás ahí?

Al salir, lo encontré con una bandeja de desayuno, un sándwich a medio comer en su mano y un té con manzanilla, miel y leche.
Él ya iba vestido para la clase, pantalón de gabardina beige, camisa azul bajo su suéter de hilo negro y un saco de pana.

Siempre me dio un poco de rabia que me pareciera atractivo en los peores momentos.

──No me preguntes nada ──ordené en una súplica.

No había ensayado qué le diría, pero al momento de soltarlo no me pareció mala idea.

──Golpeaste a las dos de la mañana a mi puerta, dormiste en mi cama ──enumeró él, tan terco como siempre──. Te saltaste las primeras clases, y todavía estás aquí vistiendo mi ropa, me odias, ¿no crees que tengo algunas preguntas?

──Pero yo no tengo respuestas, no para ti ──Junté mi vestido del suelo, intentando luchar contra el rubor──. No hay nada, estaba ebria y olvidé mis llaves. Es todo.

Con el orgullo pisoteado, cerré la puerta del baño con un golpe, esperando que Cavale se hartara de mí como siempre hacía.
No funcionó, porque al salir él esperaba firme por sus respuestas.

──¿No tienes clases?

──No seas una arpía, no te funcionará ahora.

Celeste y café, la heterocromía en los ojos de Cavale siempre me había parecido inquietante, sobre todo cuando la luz parecía tragarse el color en su ojo derecho, cuando su pupila se escondía hasta desaparecer, o en la oscuridad, cuando el marrón en su ojo izquierdo parecía fundirse con el negro de su pupila.

Él señaló un par de zapatillas, no sabía de dónde las había sacado de mi número, pero me guardé el agradecimiento con recelo.

¿Por qué había tenido que ser él de entre todo el campus?

──Escucha, no me cuentes qué paso, es obvio que no quieres ──me dijo recostado en la pared, tendiendome uno de sus abrigos──. Pero deberías hablar con alguien de esto.

Mordí el interior de mi mejilla, anoche rechacé su falsa cortesía, solo para terminar corriendo por caridad un momento después, durmiendo en la habitación del chico que me detestaba.

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