50. Cavale | El juicio del rey.

3.6K 258 59
                                    

50.
EL JUICIO DEL REY.

El discurso ya había empezado, Bertabán tomó la voz cantante, hablaba sobre los valores senylios y cómo estos debían avanzar hacia un lugar más cerca de su alma mater y demás perorata rimbombante, cuando mi teléfono sonó y me alejé del gentío para buscar un lugar donde me fuera cómodo tomar la llamada.

──Hola.

──Caiden ──La voz de Astarte sonaba congestionada.

──Astarte, ¿dónde estás?, ¿qué sucede?

Me hice un camino fuera del tumulto, hacia la salida, pasó un rato desde que dejé de verla en la fiesta, por lo que era obvio que ya no se encontraba ahí.

Repetí las mismas preguntas tres veces hasta obtener una respuesta.

──No sé.

──¿Cómo que no sabes, Astarte?

Un largo silencio se prolongó en la línea, insistí tres veces más antes de que volviera a hablar.

──No sé.

Supuse que debía estar aturdida, entendí que tendría que ser el que mantuviera la calma entre ambos.

──¿Ves a alguien cerca? ¿Algún lugar donde puedas pedir auxilio?

──No, no, no lo sé ──Su voz débil estaba cerca a desquiciarme, por un momento más fue solo estática──. Es peligroso.

──Bien, sigue hablando, iré por ti, no me cuelgues.

Pero siempre había sido testaruda, y no dejaría de serlo entonces, colgó y utilicé la ubicación de su muñeca para encontrarla.

᯽• ────── ೫ ────── •᯽

El localizador me guió hasta una zona de bares y discotecas, en el segundo círculo, varios kilómetros más abajo, pero aún en los muelles del extenso Río Beleztre.

Letreros titilando y el zumbido constante del neón, locales manchados por luces artificiales de lavanda, azul y fucsia, podría ser cualquier rincón de Senylia, si no fuera tan lúgubre y sombría.

No entendía qué podría estar haciendo Raizel ahí.

Mi corazón latía muy rápido mientras volvía a rastrear su ubicación, luego se detuvo cuando señaló un callejón entre dos edificios de mala muerte.

Estaba descalza, con el cabello ligeramente desordenado y marcas de mordidas en el cuello.
Se sostenía la cabeza como si le doliera, y ni siquiera reparó en mi presencia.

Coloqué mi chaqueta sobre sus hombros, y la alcé para llevarla hasta el auto.

──Caiden…

──Aquí estoy, amor.

Raizel parecía todavía aturdida cuando la sostuve en mis brazos, apenas se aferró lo suficiente.
La dejé en el asiento del copiloto, abroché su cinturón de seguridad y respiré con calma antes de volver a entrar.

Trono de Cuervos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora