14. Raizel.

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14.

El club Inferno debía estar buscando hacer alusión a su nombre, porque el calor se volvía cada vez más sofocante.

Cas no se había separado de mí en toda la noche, como si creyera que me pudiera esfumar en cualquier momento.

Nunca creí estar desesperada por ver la cara frígida de Constantino, pero así fue luego de un momento atrapada en ese círculo infernal.

Caín no tardó en aburrirse y usar como excusa que iría por una botella de champagne para celebrar lo que sea.

Cavale se veía ensimismado en su teléfono, Cas aprovechó la privacidad para acercarse, dejando un rastro de besos en mi cuello.

──Te ves preciosa, ¿lo sabías? ──susurró──. ¿Qué perfume tienes, Raizel?

Apenas podía escucharlo sobre la música, Cavale con las piernas abiertas, como si fuera un gran señor al otro lado del círculo, el neón resplandeciendo en rojo sobre su insoportable cara.

Puso los ojos en blanco cuando Cas sostuvo un mechón de mi pelo azul entre sus dedos.

Esa vez acepté sus labios, respondiendo a la exigencia que pedía, clavé mis uñas en su nuca.

Abrí los ojos lo suficiente como para ver el rostro tenso de Cavale, saboreando sus celos, luego Cas bajó sus labios a mi cuello, cerré los ojos mientras su boca dejaba un rastro húmedo, sus colmillos amenazaron hasta erizar mi piel.

Cuando volví a abrirlos, Cavale ya no estaba, pero esa molestia seguía ahí, ira densa condensando en mi estómago, como si no fuera suficiente con desaparecer su presumido rostro.

──No ahora ──acerté a responder──, cuando nos vayamos.

El deseo no se había apagado en los ojos de Cas, pero yo no podía alejar la exasperación provocada por el imbécil de Cavale.

──Es difícil no pensar en follarte cuando te veo tan excitada ──sostuvo mi mentón hacia sus labios──, pero como quieras, esto no durará mucho.

No respondí pero acepté el beso con urgencia, buscando con necesidad aplacar el calor que se encendía en medio de mis piernas.

No funcionó.

᯽• ────── ೫ ────── •᯽

Estaba esperando que Esen saliera del baño, la música retumbando en mis oídos, cuando decidí aprovechar el tiempo que se tardaba para ir por agua a la barra.

Alguien me interceptó el camino antes de sostener mi brazo.

El presumido rostro de Cavale me miraba con su soberbia usual; el verlo, su actitud arrogante, la misma sonrisa cínica que me había lanzado en frente de todos, no hizo más que hervir la ira que no sabía rebotaba en mi interior.

──¿Quién te crees para agarrarme así? ──exploté──. ¿Por qué piensas que tienes el derecho?

Alzó una ceja, como si encontrara mi actitud divertida.

──¿Terminaste, cariño?

Me safé de su agarre, su risa profunda vibró entre ambos, me acomodé el pelo detrás de la oreja, sin saber qué hacer con mis manos.
Las posé en mis caderas.

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