58. Constantino.

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58.

El calor fue una caricia agradable en mi rostro, podía notar los rayos del sol aun a través de mis párpados.

──Despierta.

Abrí los ojos, me encontré con la luz blanquecina que se filtraba a través de la maraña de hojas que formaban las copas de los árboles.

Escuché el leve canto de los pájaros, el susurro secreto del río.

Esen me observó a la expectativa.

Estiré mi brazo hacia ella, acaricié su mejilla para percibir la calidez de su rostro, de su piel, la que siempre la envolvía.

──¿Estabas durmiendo? Te hice una pregunta.

Me reincorporé en la hierba, al sentarme no pude reconocer el paraje donde nos encontrábamos, ni siquiera podía ubicarlo en mi mente.

Había tanto verde y naturaleza rodeandonos. Estaba en paz, en calma.

──Esen...

Tragué con fuerza al verla sonreír.

Algo en mi pecho me dijo que no estaba bien, tuve que comprobar que era real, y así lo hice, acaricié su mejilla, sus labios.
Finalmente, Esen dejó un beso en mi muñeca, donde el pulso latía calmado y constante.

──¿Crees en la reencarnación, Constantino?

──Los vampiros no somos los seres más creyentes.

──Yo sí creo ──respondió después de un momento──, eso significaría que en una vida puedes cruzarte muchas veces con las mismas personas, cada adiós podría ser un hasta luego para ustedes. Podrías volver a encontrar a esa misma persona en veinte o cien años.

──¿Y cómo sabrías que es ella? ──me burlé de su hipótesis, aunque estaba intrigado.

──Lo puedes… percibir.

Sostuve un largo mechón castaño, escapó de mis dedos cuando se puso de pie.
Las ondas le caían detrás de la espalda, el viento jugaba con la falda de su largo vestido blanco.

──Ven conmigo.

──Esen...

Pero aun así tomé la mano que me ofrecía, dejé que me guiara hasta el borde del río.

Sostuve su rostro entre mis manos cuando me observó, quise memorizar cada parte de ella.

Lejos del resguardo de las copas de los árboles, al fin pude contemplarla bajo la calidez del sol que caía sobre su rostro como polvo de oro, dotándola de un aspecto etéreo, como una diosa.

O un fantasma.





El fuego bailaba sobre el piso marmolado de mi estudio, en el mismo estudio donde había entrado una noche para encontrarme con Esen, donde ella me dejó morderla por primera vez poniendo su confianza en mí, donde nos reconciliamos después de una pelea, donde le ofrecí el trato que la metió a mi familia y terminó con ella inerte en el panteón familiar.

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