Capitulo 47 - Un nuevo arreglo

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En cuanto llegamos a la habitación, Lisa cerró la puerta de una patada y lentamente, casi como si temiera lastimarme, me dejó en el suelo y quedé parada frente a ella

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En cuanto llegamos a la habitación, Lisa cerró la puerta de una patada y lentamente, casi como si temiera lastimarme, me dejó en el suelo y quedé parada frente a ella. No tuve que mirar toda la habitación para saber que era de ella, el aroma de su colonia me bastó para saberlo, y con calma tomé aire y me dejé llevar por la familiaridad de estar en esta habitación de nuevo.

Los grandes muebles, el ventanal detrás de mí con la ciudad de Seúl y los rayos de sol iluminando toda la habitación, la cama con sábanas de seda a un lado de nosotras, las dos de pie justo frente a ella, a escasos centímetros una de la otra. A punto de hacer el amor.

Todo lo que había extrañado y añorado estas últimas semanas, materializado a mí alrededor.

No dejamos de besarnos en ningún momento, lenta y suavemente, tal como Lisa había dicho que sería. Mis brazos alrededor de su cuello, mis manos acariciando el cabello en su nuca, sus brazos rodeándome, sus manos acariciando mi cintura, mis caderas, mi espalda y mi trasero como si me estuviera conociendo.

Como si me estuviera reconociendo. Me pegó a ella tanto que solo las telas de nuestra ropa estaban entre nosotras y cuando sentí su excitación golpear mi cadera solté un gemido contra sus labios y me pegué aún más a ella para sentirla mejor. Maldición, la necesitaba dentro de mí cuanto antes.

-Lisa-

Llevé mis dedos temblorosos a los botones de su camisa blanca, los cuales comencé a deshacer lentamente y con gracia que no sabía de donde estaba sacando, cuando lo único que quería era arrancarle la ropa y dejarla hundirse dentro de mí. Pero también entendía a Lisa y porque quería tomarse su tiempo, y dispuesta a disfrutar de ella deshice los botones de la camisa hasta que su pecho desnudo quedó frente a mí.

Le quité la camisa hasta tirarla a nuestro lado, y con mis manos ansiosas por tocarla acaricié sus hombros, sus brazos, su espalda y su pecho mientras nos seguíamos besando. Sonreí mentalmente al reconocerla, igual de grande, fuerte, firme y caliente contra mis manos que lo conocían a la perfección. Conocía el temblor de sus brazos cuando le acariciaba su abdomen, la tensión en sus hombros cuando mis uñas de hundían en su espalda, el calor de su pecho contra mis palmas.

The Fire Deal | JENLISA G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora