❝Desesperada por sacar de la cárcel a su padre inocente, Jennie acude a la única con el suficiente poder para hacerlo; Su multimillonaria jefa Lalisa Manoban, a quien jamás a tratado. Para cobrar una herencia importante, Lalisa necesita urgentemente...
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Todo había perdido sentido.
Todo había dejado de existir.
Todo menos ella y yo, deseosas y desesperadas mientras nos besábamos y acariciábamos en el centro de mi habitación, sintiendo que nos faltaba el aire y el tiempo para lo que queríamos hacer.
Mi cuerpo se estremeció de emoción al darme cuenta de lo que vendría.
Haría el amor con Lisa. Sería suya y ella sería mía, y aquella idea me calentó la sangre y me hizo gemir de placer.
Al parecer mi gemido fue lo suficientemente audible, pues contra mi boca Lisa soltó un gruñido satisfecha y profundizó más el beso. Aferrando mis caderas con fuerza entre sus manos, me pegó contra ella aún más y sus manos se deslizaron deliciosamente por debajo de la diáfana tela de mi camisón transparente para acariciar mi baja espalda.
Mis brazos se anclaron a su cuello para pegar mi pecho contra la suya mientras ella, de la manera más tortuosa, experta y deliciosa abría mis labios con su lengua para permitirle la entrada a mi boca y robarme el aliento.
Gemimos juntas, y aquello fue lo último que necesitamos para movernos de ahí.
-Maldición, Jennie- susurró ronca contra mi boca- Vas a volverme loca-
De un rápido movimiento y sin darme tiempo a reaccionar, me cargó en sus brazos con facilidad y comenzó a caminar hacia el único lugar que ambos deseábamos desde que había comenzado nuestro intercambio de caricias.
La cama detrás de nosotras.
Con delicadeza me depositó en la cama sin dejar de besarme hasta que estuve completamente tendida, y una vez que se quito sus zapatos y calcetas y los aventó al otro lado de la habitación subió junto conmigo. Se acomodó para pegarse mejor contra mí, y arrancándome un ligero gemido de placer que se ahogó en su boca, nos seguimos besando mientras mis manos se perdían en acariciar su espalda aún cubierta por la maldita camisa y ella paseaba sus manos por mi espalda casi desnuda.
Mientras mi corazón palpitaba tan fuerte que en cualquier momento se saldría de mi pecho y mi cuerpo me pedía a gritos su cuerpo desnudo contra el mío.
