Capitulo 32

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¿Qué? Bien, aquello seguramente se estaba volviendo una montaña rusa de actitudes

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¿Qué? Bien, aquello seguramente se estaba volviendo una montaña rusa de actitudes. Acabábamos de hacer el amor en su escritorio y ahora me trataba como si fuera una aventurilla de una noche de la que se quería deshacer. ¿Qué rayos le pasaba?

-Pe…pero Lisa…-

-Vístete-

Eso hice, y una vez que estuve cubierta con mi pijama y me bajé del escritorio me acerqué a ella para tocarla. Sentí su brazo tensarse como el hierro y me miró con sus ojos ahora fríos. Me estremecí.

-vete-

-Pero Lisa…-

-Con un demonio- alzó la voz hasta convertirla en un grito y apuntó la puerta- Lárgate!-

Aquello fue suficiente. Con mis ojos al borde de las lágrimas y el peso de su grito en mi pecho, tragué saliva con fuerza e hice lo que me pedía. Sin mirarla, di media vuelta y con mis piernas temblorosas casi corrí hasta la puerta y una vez fuera la cerré detrás de mí y solté un suspiro para impedir que las lágrimas cayeran.

No iba a llorar.

Soltando el aire contenido, subí las escaleras con prisa y una vez en mi habitación cerré la puerta con fuerza y ​​me metí a la cama para acurrucarme. Y para romper la promesa que me había hecho segundos atrás.

Me sentí miserable. Sí, esa era la palabra. Completa y absolutamente miserable.

Debajo de las sábanas y ya en la soledad de mi habitación, lloré como una niña hasta quedarme completamente dormida.

•. •. •. •. •. •. •. •.

Al día siguiente me desperté sintiéndome un poco mejor. Despues de todo habia llorado demasiado.

Aunque me dolía un poco la cabeza, me desperecé, me levanté para ir al baño y me miré al espejo. Vi mi cara algo demacrada, mis ojos hinchados delataban lo mucho que había llorado la noche anterior, y segura de que no quería que Lisa me viera así me dispuse a darme un baño para relajarme.

Era sábado, lo que significaba que no iba a poder evitarla en todo el día. Y mucho menos cuando teníamos una comida familiar en casa de sus padres por su aniversario de bodas.

Definitivamente aquél no iba a ser un muy buen día. Mucho menos cuando no podía ni mirar a Lisa a la cara.

Una vez fuera de la ducha elegí la ropa que utilizaría ese día y satisfecha miré el atuendo tirado en mi cama. Un vestido de encaje y chifón Elie Saab en color azul cielo y unos zapatos de tiras hasta las pantorrillas del mismo color: perfecto para hacerme sentir un poco mejor.

Cuando estuve lista, tomé uno de mis carísimos bolsos Dolce & Gabanna a juego y me miré al espejo una vez más.

Y por debajo de las mil capas de maquillaje que llevaba supe que no había nada que pudiera cubrir la sombra que se veía en mis ojos. Suspiré.

The Fire Deal | JENLISA G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora